Por Carlos Moreno
La COP21, la COP22, los 17 ODS de la ONU, la conferencia HABITAT III, pero también los crecientes eventos de alcaldes, a finales de 2016, el congreso CGLU, la asamblea general del C40 y en estos últimos meses la movilización de los alcaldes en los Estados Unidos frente a Trump, la posición de Londres en el momento del Brexit, muestran el gran impacto que genera la presencia y la movilización de alcaldes por todo el mundo, al igual que la fuerza vital que representan. Más que nunca, el reconocimiento de la posición tomada por las ciudades marca de una forma poderosa e irreversible, el rol motor que los presidentes de metrópolis, alcaldes, cargos electos y ecosistemas urbanos van a jugar en las próximas décadas. En el siglo de las ciudades, el compromiso de los gobiernos locales para las ciudades vivas, humanas y portadoras de inteligencia social, urbana y tecnológica, es un desafío creciente. El nacimiento de Francia Urbana y celebrado en la ciudad de Arras el 23 y 24 de marzo de sus primeras Jornadas Nacionales con la elaboración de un manifiesto “Por una república de los territorios” se vuelve clave.
Las ciudades han sobrevivido a toda suerte de eventos a lo largo de la historia y son, sin discusión, las estructuras socio-territoriales más duraderas. Son una marca fuerte, base importante de la expresión de los ciudadanos frente a los desafíos. En este siglo XXI, su preponderancia no ha sido nunca tan evidente. A través de ellas, las ciudades – mundo se han convertido en actores políticos, económicos, culturales, sociales a tiempo completo, y esto, va más allá de su esfera de influencia territorial. Esta evolución irreversible se traduce en transformaciones estructurales, que van a impactar en las próximas décadas. Ser alcalde de una gran metrópolis, generadora de un PIB superior al de un Estado, es un elemento fundamental en los cambios geoestratégicos que impactan en la política mundial, e ineluctablemente se va a ver reforzado en el futuro.
En el horizonte 2030, las 750 metrópolis mundiales más grandes van a aportar más del 60% del PIB mundial. Entre ellas, a día de hoy, 139 ciudades europeas aportan el 44% del PIB europeo, con un tamaño medio de 1,7 millones de habitantes.
Nuestras ciudades europeas están también en concurrencia, pero también deben cooperar estrechamente, porque los desafíos internacionales y las problemáticas son igualmente comunes: la lucha contra la exclusión social, el empleo, el desarrollo económico, las nuevas enfermedades urbanas, la polución, la calidad del aire y del agua, los recursos energéticos y otros desafíos. Al mismo tiempo, frente a ellas, el centro de gravedad del mundo urbano se ha girado irreversiblemente al eje Este-Sur del planeta: ya que las 150 principales ciudades chinas representan un quinto de las 750 principales ciudades del mundo, a día de hoy, por su población. De un tamaño medio de 6,4 millones de habitantes, aportan alrededor del 90% del PIB chino. Señalemos también que el 90% del crecimiento mundial urbano tiene lugar en África y Asia y que más de un tercio se concentra en solamente tres países, India, China y Nigeria, con un PIB aportado mayoritariamente por los grandes centros urbanos.
En Francia, el estudio de 2015 del INSEE muestra que «es en las grandes ciudades-centro de las grandes áreas urbanas donde se encuentran las tasas más altas de pobreza, con importante desigualdades según las regiones, los tipos de familia, la edad,…, mucho más que en los cinturones urbanos y las coronas periurbanas. En estos núcleos de aglomeración, el 20% de los hogares tienen un nivel de vida por debajo del umbral de la pobreza”. En el siglo de las metrópolis, no puede encontrarse ninguna solución para el planeta sin su adhesión y su participación activa. Los alcaldes, por la proximidad existente con sus administrados, son a día de hoy la columna vertebral de la confianza de sus ciudadanos en el mundo político. Para defender la calidad de vida del ciudadano en sus ciudades, objetivo principal de cada electo en su ciudad, los alcaldes tienen capacidad de traducir en acciones una verdadera visión sistemática respecto a la calidad del aire, del agua, la movilidad, el hábitat, la sanidad, el clima…
Pero no olvidemos que cada ciudad es el producto de una historia que se vive y se desarrolla de forma orgánica en un contexto que les es propio, esto implicada que debemos explorar en profundidad para sentirla, comprenderla mejor y poder así obrar eficazmente su transformación socio-urbana. Es el momento de aprender unos de otros, de intercambiar puntos de vista, opiniones, experiencias, pero también de darse cada uno la posibilidad de elaborar su propia hoja de ruta en función de las particularidades locales. El siglo de las ciudades y al mismo tiempo de la ubicuidad permite desarrollar una inteligencia urbana inédita, pero sin generalidades ni réplicas, ni copias, siguiendo el ritmo de la ciudad para transformar la calidad de vida de sus ciudadanos, satisfacer al humano, y permitirle vivir mejor en su ciudad. La ciudad del siglo XXI será humana o no será.
Frente a los grandes desafíos de la inclusión social, la amenaza climática y la reinvención de los espacios urbanos y apoyándose en todas las revoluciones tecnológicas constituye también una prioridad para los diez años por venir. Es nuestra responsabilidad construir auténticas hojas de ruta sistémicas para transformar los componentes esenciales de nuestras vidas: social, económica, cultural, ecológica en relación con su resiliencia.
En el momento donde los fuertes compromisos financieros son indispensables y al mismo tiempo la participación ciudadana y la movilidad de los ecosistemas en los territorios, se convierte igualmente en estratégica la cuestión de la gobernanza, de la democracia participativa y del grado de autonomía, en particular financiera, y de los medios de los que deben disponer las ciudades y las metrópolis frente a los Estados.
Es una gran oportunidad de poder disponer a día de hoy de redes de ciudades con un importante ecosistema que se moviliza, como fue el caso de esta semana en Arras, para compartir experiencias y reflexiones. Las jornadas nacionales de Francia Urbana son también un punto central, en la marcha que el ecosistema de Metrópolis y sus ciudades ha tomado en Francia, dando a luz a una comunidad viva, que se dota de un enfoque colectivo para hacer frente a desafíos comunes. Toma forma y se prolonga a través de la práctica de compartir de manera regular, a través de encuentros, de talleres y de paneles.
Con su manifiesto y dirigiéndose a los candidatos a la elección presidencial, la Francia Urbana, trae también de forma original una lógica de proximidad con la alianza de los territorios. En efecto, el desarrollo metropolitano francés es un fenómeno reciente que permite al mismo tiempo hacer frente a las necesidades de reequilibrio de los territorios que son influenciados por su dinámica urbana. La Francia Urbana, nace de la fusión de la Asociación de Alcaldes de las Grandes Ciudades de Francia y la Asociación de las Comunidades Urbanas de Francia, reagrupa los electos de las metrópolis, las grandes comunidades y las ciudades centro o periféricas. Con sus 97 miembros de todas las tendencias políticas, representa a 30 millones de habitantes y a la mitad del PIB: “Francia Urbana tiene por objetivo promover el hecho urbano a través de los poderes públicos y de todos los ciudadanos. En un diálogo renovado con el Estado, la asociación participa plenamente en la estructuración del mundo urbano en nuestro país y en la atracción de todo su territorio. Mediante el desarrollo de los servicios a través de sus miembros a fin de responder mejor a los desafíos a los que se enfrentan, aporta una reflexión nueva en los debates locales, nacionales, europeos e internacionales. La asociación se organiza en 4 colectivos representando toda la diversidad urbana: metrópolis y comunidades urbanas, comunidades de aglomeración, ciudades, y ciudades y comunidades de Ile-de-France”.
Con «El Manifiesto de Arras» los electos urbanos reunidos aportan una fuerte voz sobre 3 valores, la responsabilidad, el diálogo y la autonomía para diseñar la ciudad sostenible, inteligente, virtuosa y respetuosa de los valores de la República. Comprometerse a su lado es un deber para todos aquellos que creen en la fuerza del mundo urbano en mutación, el poder de la inteligencia colectiva para reinventar nuestras ciudades, y la capacidad de construir en común un futuro urbano dentro de la cohesión social y la innovación sobre todas sus formas, para que la ciudad que queremos, sea la ciudad para todos.
“Texto original escrito en francés para el diario La Tribune.
Derechos en español para el portal I-Ambiente, con traducción de @Guille_Mas
Cortesía de Carlos Moreno para su publicación en La Network, en particular para los lectores de América Latina”.