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He venido oyendo de un síndrome que ocurre, en su mayoría, a las mujeres, pero del cual no tenía mucho conocimiento. Hace poco me invitaron a una conferencia internacional y me trataron como una reina en todo el sentido de la palabra. Muchos sentimientos y pensamientos pasaron por mi cabeza, y aunque me considero una persona con alta autoestima y segura de mí misma, hoy dedico esta columna precisamente al Síndrome de la Impostora. ¿Es tan difícil creer en uno mismo y nuestras capacidades? Al parecer sí.
El Síndrome de la Impostora ocurre por falta de confianza y seguridad en uno mismo, por dudas sobre nuestros valores, capacidades, potencial y posibilidades profesionales. La primera vez que lo viví de manera real fue cuando vivía en Nueva York. A pesar de que estudié en colegio bilingüe y considero que tengo un buen nivel de inglés, mis primeros días en la universidad fueron de mucha pena, inseguridad y miedo por decir algo en inglés que no fueran a entender, que no fuera coherente. Sin embargo, muy rápido entendí que los profesores y los mismos estudiantes conocíamos perfectamente el ambiente internacional en el que nos encontrábamos y que debía soltarme y relajarme un poco para participar más y aprovechar esta gran oportunidad de la vida.
Recientemente, estuve dando mi primera conferencia internacional ante un público de aproximadamente 250 personas. Debo reconocer que, aunque me sabía el tema perfectamente porque lo he trabajado durante toda mi vida profesional, al conocer quiénes eran los demás conferencistas, de talla internacional y mundialmente reconocidos, sentí un poco de miedo. ¿Sí iba yo a estar a la altura de ellos? ¿Qué dirán de una mujer con poca experiencia profesional en comparación con ellos que tienen más de 20 y 30 años de recorrido? Sin embargo, el comité organizador, al invitarme y revisar mi hoja de vida, debió estar seguro de que mi participación era idónea. Me gusta hablar en público y, usualmente, no me da pena ni nervios, pero en esta ocasión todo era distinto. ¡Fueron los 45 minutos más largos en mucho tiempo! Al acabar, y rodeada de aplausos, sentí un gran alivio por los comentarios y las felicitaciones de la charla. Además, cómo toda una reina, se acercaron a mí varias personas para felicitarme de manera directa y tomarse fotos conmigo. Era innegable sentirse como una estrella, pero internamente me cuestionaba ¿Por qué quieren foto conmigo si no soy tan importante, si no me conocen? ¿Me merecía yo tantos halagos? ¿Qué fue tan revelador de mi exposición que gustó tanto? Fue una jornada de sentimientos encontrados que aún hoy sigo reflexionando sobre el tema.
Luego de haber leído sobre el tema y entender el concepto en profundidad, además de estar un poco más empapada de los temas de equidad de género, solo puedo decir que esto es un tema de trabajo interno en el cual debemos confiar en nosotras, literalmente creernos el cuento. Si tenemos el conocimiento y la preparación suficiente ¿Por qué desconfiar? Al final, todos queremos ser exitosos y reconocidos en lo que hacemos, pero la competencia es con nosotros mismos, debemos buscar ser mejores que ayer. Para ello, es mejor basarnos en hechos, en la propia realidad, pues este síndrome es más de sentimientos y pensamientos. Si los resultados son buenos, ¿Por qué dudamos en vez de confiar? ¡Las pequeñas victorias también son victorias!
P.D.: Acepta el miedo, pero no dejes que tome el control.