La Paz, de ciudad vulnerable a referente en sistema de prevención de riesgos

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Rocio Lloret Cespedes
1 septiembre, 2016 - Hábitat y Desarrollo Urbano

La tarde del martes 19 de febrero de 2002, bastó poco más de una hora de lluvia y granizo para dejar al descubierto la total vulnerabilidad de La Paz frente a una situación de emergencia. En pocos minutos, las calles y avenidas de la sede de Gobierno de Bolivia se convirtieron en caudalosos ríos que a su paso arrastraron a personas, vehículos, puestos de venta y todo aquello que encontraron a su paso. Setenta y cuatro personas perdieron la vida en el siniestro y más de 130 resultaron heridas. Hubo como 70 derrumbes y deslizamientos, y casi un centenar de tiendas del centro sufrieron destrozos.

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Entre las 14.20 y las 15.45 prácticamente toda la ciudad se vino abajo y cuando finalmente cesó la tempestad, la urbe lucía desolada, oscura y con los hospitales atendiendo a toda su capacidad, mientras los cuerpos llegaban a la morgue.

Aquellas escenas de dolor y angustia tardaron años en desaparecer de la memoria de los paceños. Aún hoy, cuando empieza a caer una lluvia, mucha gente recuerda lo sucedido en 2002 y empieza a orar para que calme pronto.

Pero tuvo que suceder todo aquello para empezar a trabajar en un plan de contingencia para prevenir otra tragedia similar, dado que La Paz está asentada en una hoyada llena de ríos y vertientes, además que tiene una topografía muy accidentada.

El entonces alcalde Juan del Granado se planteó una serie de obras con este fin y hoy, 14 años después, con Luis Revilla al mando, la ciudad se ha convertido en un referente de prevención de riesgos gracias a un Centro de Operaciones de Emergencias, que tiene un Sistema de Alerta Temprana (SAT).

Es evidente que no se puede predecir un fenómeno climatológico como el sucedido en 2002, pero hoy en día es más fácil reaccionar y prestar auxilio inmediato, que fue lo que falló por aquel entonces. Además se detectó que los canales de drenaje se taparon rápidamente con el granizo y las canalizaciones de los ríos no pudieron contener la furia de las aguas.

El SAT funciona de manera práctica. Las cámaras de vigilancia y el radar de control meteorológico son monitoreados constantemente por ingenieros que tienen la misión de calcular la magnitud de riesgo y la posibilidad de desastre a que está expuesta la ciudad.

Con esa información, rápidamente se avisa a los equipos de rescate y se asiste a las personas. El éxito ha sido tal, que ciudades como Santa Cruz de la Sierra, Pando y Tarija requirieron la colaboración de este equipo en situaciones diversas como el desplome de un edificio y apoyo para los llanos orientales en épocas de lluvias e inundaciones.

Todo esto se complementa con obras que se han ido entregando en los últimos años, como el embovedado de ríos y muros de contención. Se trata de un trabajo constante, porque muchos de los cerros que rodean a la urbe son inestables y varias zonas son catalogadas como “negras”, porque tienen corrientes de agua subterráneas.

Con esto último, de evitar asentamientos humanos en lugares de riesgo, se ha luchado en los últimos años. Aunque económicamente el país ha crecido a un ritmo acelerado, la desigualdad continúa siendo un reto para los gobernantes. Por eso mucha gente pobre busca lugares inhabitados para construir viviendas precarias y en la época de lluvias —entre noviembre y marzo— casi siempre ocurren deslizamientos que dejan sin hogar a las familias y, algunas veces, incluso se cobran vidas.

Pese a todo, el Gobierno Municipal de Juan del Granado, en 2002, y actualmente de Revilla, han entendido que la prevención es la mejor manera de evitar tragedias de magnitud. Quizá por eso el primero tuvo dos gestiones exitosas y su sucesor, quien surgió del mismo partido político, mantiene una muy buena imagen en las encuestas.