El Análisis de Ciclo de Vida o ACV, ha ayudado a empresas y gobiernos a reducir sus impactos medioambientales: tú también puedes aplicarlo.
Hace más de 50 años se está hablando del Análisis de Ciclo de Vida (ACV) o LCA (Life Cycle Assessment, por sus siglas en inglés), una importante herramienta por medio de la cual, se evalúa la etapa de vida de un producto, un servicio, una construcción, una obra pública; todo ello calificando su impacto desde la extracción de las materias primas, su proceso, fabricación, formas de distribución (transporte), uso y finalmente su capacidad para ser reciclado, reusado o desechado.
Por ello, en plena era de una lucha entre el consumismo desenfrenado y el responsable, y de un planeta que reclama acciones de todos sus habitantes, esta técnica que es promovida por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, específicamente el objetivo 12 ‘Producción y Consumo Responsable’, está muy vigente y LA Network te invita a implementarla en tu cotidianidad empezando este 2020.
Acciones sencillas para aportar en la sostenibilidad
La situación es la siguiente: “cada año, alrededor de un tercio de todos los alimentos producidos -el equivalente a 1.300 millones de toneladas, por un valor aproximado de 1 billón de dólares- termina pudriéndose en los cubos de basura de los consumidores y los minoristas, o deteriorándose a causa de las deficientes prácticas de recolección y transporte, algo que las empresas deben solucionar”, dice el contexto del ODS 12.
Lea: Cómo el consumo en las ciudades incrementa las emisiones globales
Y agrega datos impactantes respeto al consumo de energía, de contaminación del agua por citar apenas dos de las huellas que dejan ciudadanos en su vida normal: los hogares consumen el 29 % de la energía mundial y aportan el 21 % del CO2; además, los humanos tienen disponible solo el 0,05 % del agua para sus necesidades y la mala noticia es que la están contaminando más rápido de lo que la naturaleza podría limpiarla. Y peor aún, “Si la población mundial alcanza los 9.600 millones de personas en 2050, para mantener el actual estilo de vida será necesario el equivalente a casi tres planetas”.
Así las cosas, implementar la herramienta del ACV es una acción bastante positiva con la que se puede contribuir a la sostenibilidad de tu ciudad y por ende del país y del planeta.
Conozca más: 3 soluciones para reducir el consumo de energía en tu ciudad
El ACV tiene distintos esquemas de aplicación, pero básicamente de trata de tener una visión global del producto que consumes.
Por ejemplo, algo tan sencillo como una fresa. Puede que estés consumiendo una de ellas, importada y que elegiste por ser orgánica. Sin embargo, esta debió ser trasladada desde el campo a un centro de acopio, allí ser lavada y empacada para ser enviada a un centro de distribución refrigerado mientras es embarcada ya sea en barco o avión, hasta su destino donde también tendrá varios recorridos para llegar al consumidor final: tú.
En este caso quisiste evitarle al planeta un producto que usara agroquímicos, algo muy positivo, pero tu impacto se aumentó por las emisiones de CO2 que generaron los múltiples medios de transporte que se requirieron para que esa fruta llegase a tus manos.
Recomendado: Más de 5 toneladas de residuos posconsumo fueron recolectadas en Colombia
Para comprender mejor el concepto, el gráfico de la vida útil de una camiseta puede ilustrarte cómo son sus etapas y los impactos en cada una de ellas.
“Así, los materiales y la energía se convierten en procesos de manufactura, transporte y uso del producto (por ejemplo, usar y lavar una camiseta) y posterior reciclaje, reuso o desecho. Adoptar un enfoque de ciclo de vida significa reconocer la manera en que nuestras elecciones influyen cada etapa del proceso y así sopesar las ventajas y desventajas, contribuyendo a la economía, el medio ambiente y la sociedad”, explica el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Lea: Producción y consumo responsables: por qué son importantes
En el siguiente gráfico puedes apreciar el esquema ya no de un producto específico como la camiseta sino uno general que se puede aplicar a cualquier otro producto, servicio o incluso tus acciones.
De hecho, un sector que está aplicando el ACV en su producción es el de la construcción que, según el PNUMA, es el responsable incluso del 30 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
“Como arquitectos, una de nuestras mayores preocupaciones debiese ser la reducción de las emisiones de carbono incorporadas en los edificios. Ser capaces de medir, cuantificar y calificar sus impactos es un buen camino para comenzar”, expresó Eduardo Souza en ArchDaily.co.
En su artículo, el arquitecto expone el ciclo de vida de un edificio, mencionando los impactos de un material esencial como el hormigón armado que, desde su proceso en el que la caliza se convierte en cal, requiriendo importantes cantidades de energía en los hornos. Aplicando la herramienta del ACV, el autor del artículo señala que en relación con la construcción y sus emisiones de carbono estas se analizan como Carbono Incorporado y Carbono Operacional: el primero se refiere a la vida de cada uno de los materiales y el segundo, a “todo el dióxido de carbono emitido durante la vida útil de un edificio, como el consumo de electricidad, calefacción, refrigeración, entre otras actividades”.
Así las cosas, tú desde tu hogar puedes aportar con acciones como recordar que un producto que preferimos no es algo aislado, sino que hace parte de un sistema más amplio: tomar conciencia de ello. No pienses en corto plazo: un producto que te es útil para solucionar una necesidad puntual puede tener un impacto de largo plazo como ocurre con un aditivo para la gasolina, por ejemplo: ayuda al rendimiento del combustible y puedes pensar que es una decisión inteligente, sin embargo, ese aditivo ha sido advertido como un gran contaminante del agua.
Identifica en los productos que consumes habitualmente cuál es su ciclo de vida, sus ingredientes, sus efectos sobre el medio ambiente, tanto del producto como del empaque, por ejemplo.
“Significa identificar los impactos involuntarios de nuestros actos (como dañar un ecosistema natural o apoyar inconscientemente las malas condiciones laborales y salarios bajos), y actuar para evitarlos (como comprar papel para oficina elaborado con materia prima de bosques con silvicultura sostenible, o café certificado como ‘comercio justo’)”, señala el PNUMA.
Apoya productos, empresas y acciones que demuestran preocupación por los ciclos de vida en sus procesos, productos y servicios, especialmente con asuntos como el uso del agua, consumo de energía, emisiones de CO2, uso de productos químicos (pesticidas, por ejemplo) y haga un compromiso con el medio ambiente en el inicio de este 2020 aplicando a su cotidianidad el ACV y apoyando el logro de las 12 metas del ODS 12 para la Producción y Consumo Responsable.