Texto original escrito y publicado en francés. Traducción al español por Guillermo Mas @Guille_mas para el portal ibero americano I-Ambiente.es y cortesía del autor para los lectores de LA Network.
A medida que pasan los días, se extienden masivamente por todo el mundo las conversiones hacia la ecología. Claro está veo con buenos ojos esta saludable transformación. Tomemos nota de este avance de ser cada vez más numerosos en la defensa de un entorno altamente amenazado.
Por desgracia, un atajo ocurre rápidamente, cuando esta actitud se asocia con la batalla por un mundo “sostenible”. Ser riguroso significa trabajar esta palabra en profundidad, que no es otra que la convergencia de las tres necesidades inseparables que enfrentan los desafíos actuales: un mundo habitable, viable y equitativo
Cuando el profesor M. Yunus, ganador del Premio Nobel de la Paz, escribió su libro “Triple Cero”, nos habló sobre un mundo con “Cero carbono, pobreza y exclusión”; hacía referencia a los tres hilos inseparables de la vida, que se ha convertido predominantemente en urbana: medio ambiente, sociedad y economía. Ninguno de estos tres componentes debe pasarse por alto si hablamos de un mundo verdaderamente sostenible. La complejidad que nos enseña nuestro gran pensador universal Edgar Morin nos lleva a pensar en sus intersecciones. La existente entre medio ambiente y sociedad es un mundo habitable; entre medio ambiente y economía, un mundo viable; y entre lo social y la economía, un mundo equitativo. Sí, un mundo sostenible es la intersección de un mundo habitable, viable y equitativo.
Luchar por la ecología, al querer un mundo sostenible, va de la mano con un mundo donde la justicia climática, social y económica son compromisos inseparables. En un mundo que se ha vuelto urbano, es necesario traducir este deseo a la escala de cada ciudad, cada metrópoli, cada territorio, para darle sustancia en acciones concretas hoy, mañana y proyectarlo con coherencia y creatividad en el futuro.
Claramente, la ecología, adoptada como un enfoque de protección del medio ambiente, no es suficiente. Es necesario agregar otros dos elementos fundamentales e indisociables. La mesología, la ciencia de los medios, coloca al ser humano en el centro. Estudiado y presentado en su magnífico texto “L’Écoumène”, el gran filósofo francés Agustin Berque nos recuerda, con esta frase resaltada por Jean-Marc Besse, “entre yo y yo, la tierra”, el alcance del hombre en cada uno sus actos sobre la naturaleza y la biodiversidad. Pone en el foco el rol de una geografía del medio ambiente que conecta a los humanos con la naturaleza como un todo, indisociable e inseparable. No se trata únicamente de nuestro “medio ambiente”, sino también de nuestra forma de vida y de ser en relación con todas las especies vivas y materiales no vivos que constituyen la naturaleza, de los que formamos parte. Las Ciencias del Medio Ambiente, con la Ecología y las Ciencias Ambientales, y la Mesología, tampoco son suficientes. ¿Cuál es nuestra percepción del mundo? ¿Cómo hacemos frente a los desafíos, a los cambios, a la necesidad de cambiar de paradigma? ¿Por qué, frente a la emergencia climática, los SUVs, los vehículos más contaminantes son los más vendidos, convirtiéndose en la primera fuente de contaminación, cuando son inútiles en la ciudad?
Aquí está la tercera componente, la etología, la ciencia del comportamiento. ¿Cómo podemos ser, a través de nuestra toma de consciencia, un factor de cambio, o, por el contrario, por nuestra inconsciencia, un factor de inmovilismo, de bloqueo, de regresión? Edgar Morin, en su publicación “Tierra-Patria” en 1993, nos describe un mundo interdependiente en el que cada uno de nosotros es actor de los cambios que tocan todas las esferas, no solamente del conocimiento, sino también de nuestra acción diaria: “A medida que las sociedades diseminadas por todo el mundo se han vuelto interdependientes, la toma de conciencia de la comunidad del destino de la Tierra debe ser el evento clave del fin del milenio. Somos solidarios en y con este planeta”.
Otro ejemplo, ya tratado en uno de mis textos, sobre los residuos, ilustra bien este problema. Uno de los temas más comentados es la limpieza en las ciudades. ¿Cuánto puede contribuir la actitud de los ciudadanos? Si dejásemos la recolección en manos de los habitantes, que esencialmente se responsabilizasen de cada uno de sus propios desechos, ¿cuál sería la proporción de residentes dispuestos a asumir el trabajo de llevarlos a un punto de recolección en la calle? Preguntémonos ¿por qué mi desperdicio no es un “común”? Etología, comportamiento, conciencia de todos, este es el tercer elemento clave que, con ecología y mesología, nos permite forjar una identidad real sobre las causas del peligro climático y la extinción continua de la biodiversidad.
Con estos tres elementos clave, y la luz de la complejidad, podemos poner en cuestión los vínculos existentes entre naturaleza, sociedad y modo de vida para explorar esta convergencia económica, social y medioambiental. Se trata de nuestra comprensión de las mutaciones provocadas por el Antropoceno, porque es lo esencial de lo que está pasando en los últimos 50 años…Es necesario recordar que el Premio Nobel Paul Josef Crutzen junto con el biólogo americano Eugène F. Stoermer propusieron el término “ la era de los hombres” hace 18 años, para señalar que la influencia del hombre sobre la eco esfera planetaria ha sido predominante. Este concepto pone en primer plano el hecho de que es la actividad humana la que, por su doble acción irracional de las abstracciones y los rechazos masivos, prevalece frente a los factores que provocan las fluctuaciones naturales de los equilibrios de la biosfera y de los cuales uno de los más efectos importantes es el cambio climático global.
Vamos entonces sobre los problemas de fondo: ¡cambiar radicalmente el modo de vida, de consumo, de producción, nuestra forma de mirar a los demás! Esto nos recuerda la importancia de la lucha planetaria por los “bienes comunes”. Este concepto clave hoy en día, tiene su origen en los trabajos de Elinor Ostrom (1933-2012) en su «Taller de Teoría Política y Análisis de Política Pública» de la Universidad de Indiana (Bloomington), Ostrom, politóloga americana, fue la primera mujer que recibió el Premio Nobel, que compartió en 2009 con Oliver E. Williamson por su análisis de la gobernanza económica, especialmente de los recursos compartidos.
En este enfoque, creemos que no se trata de “hacer más grande o poderoso”; tal o cual país, continente, incluso el planeta entero, sino más directamente de restaurar su dignidad al Humano, al Hombre, en el sentido genérico de la palabra. Debido a que es él, quien lleva al planeta a su destrucción, sobre todo por sus elecciones de estilo de vida, tipo de sociedad, economía y, en particular, ganancias como objetivo por encima de todo, rentabilidad sin sentido social y aún más peligroso, ¡La pérdida de toda noción sobre el bien común! Se trata de repensar, no sólo en la relación entre naturaleza, hombre y sociedad, sino entre los hombres. Esto, a través de la reapropiación de la noción clave del bien común y poniendo en el centro la armonía con la naturaleza, el respeto por los demás y la diferencia. Por lo tanto, esta lectura diferente conduce a otras respuestas a la pregunta de cómo crear valor.
El profesor Jason W. Moore de la Universidad de Binghamton, Nueva York, en su libro “Capitalismo en la era de la web: ecología y acumulación de capital”; en 2015, evoca la necesidad de desarrollar el estudio sobre esta convergencia de sistemas, en los que clima, alimentación, trabajo y finanzas están estrechamente vinculados. Con el concepto “el Oikos”, propone “pensar como una sola todas las especies y su entorno, como una relación multiforme en la que las especies producen el medio ambiente, y el medio ambiente produce las especies, simultáneamente”. Se forja en la discusión sobre el Antropoceno este concepto para formalizar esta nueva “red de vida”; interdependiente, que en el fondo encuentra “la era del capital”, que él llama el “Capitaloceno”. Otros autores más radicales, alimentados por las políticas anticlimáticas desarrolladas para satisfacer a industriales y grupos de presión (como es el caso de Donald Trump en los Estados Unidos y sus equivalentes emergentes en nuestro planeta) van aún más lejos. Desarrollaron el concepto sociológico más reciente de “Megaloceno”; o “la era del sociópata”, cuando el narcisismo humano se convierte en el hilo común de la pérdida planetaria, a través de la mezcla de codicia y egoísmo, a lo que se agrega el individualismo, odio a los demás y rechazo a la diferencia.
Recordemos también las sublimes palabras de Edgar Morin, quien en su magnífico texto “Tierra-Patria”, nos dice: “Aquí estamos, pequeños y humanos, en la pequeña película que rodea el pequeño planeta perdido en el gigantesco universo. Este planeta es al mismo tiempo un mundo abundante, el nuestro … ya existe, en todos los continentes, un burbujeo creativo, una multitud de iniciativas locales, en el sentido de regeneración económica, social o política, o cognitiva, o educativa, o ética, o reforma de vida”
Tomar consciencia del Antropoceno y la forma de vida basada en los beneficios, la rentabilidad, la codicia y el egoísmo es esencial para comprender que la supervivencia de la humanidad está en juego. El pensamiento complejo para los gobiernos estatales debe ser también respetar, escuchar, dialogar con todos los que actúan, en metrópolis, ciudades, territorios y todos los ciudadanos comprometidos con el cambio de paradigma.
Terminamos este texto con otra cita de Edgar Morin: “Lo probable es la desintegración. Lo improbable pero posible es la metamorfosis”. Esta es otra lectura de la ecología, que debe incitarnos a pensar que la metamorfosis frente al bien común es el desafío de la próxima década, aquí y en cualquier parte.
Carlos Moreno es Profesor asociado en la IAE Paris, Universidad Paris1 Panthéon Sorbonne; Director Científico de la Cátedra ETI; Medalla de la prospectiva 2019, Academia de Arquitectura