El arte urbano en la ciudad colombiana se muestra fiel a ese espíritu subversivo con el que nació el street art: es crítico, político, social. Uno de sus mayores epicentros es la Comuna 13, donde ha servido junto con otras manifestaciones artísticas como una suerte de resistencia civil a la violencia que sacudió años atrás esa zona.
Jeison Castaño, líder juvenil de la comuna a quien el país cultural conoce como Jeihhco, señala que aunque no es la única manera de hacerlo, en Medellín ese arte urbano está asociado al movimiento hip hop en sus cuatro expresiones artísticas: grafiti, dj, break dance y rap. “Nos da una voz a muchos que sobre todo estábamos en la periferia de la ciudad y que no teníamos esa voz fuerte. El graffiti y el arte urbano permiten que muchos conozcan la ciudad, conozcan la calle, la habiten, se adueñen, se apropien de ella y eso es muy importante porque genera un concepto de ciudad para muchos que no lo teníamos”, argumenta Jeihhco.
Pero hay un elemento que hace que el arte urbano en Medellín se diferencie de muchos otros lugares: la formación. Jeihhco creó con un grupo de amigos en 2002 una red de hip hop llamada La Élite cuya principal misión era promover los proyectos de vida, la convivencia y sacar a los niños y jóvenes de la influencia de las bandas criminales. Hoy ha evolucionado a otro colectivo llamado Casa Kolacho. “Actualmente tenemos 240 chicos y si hacemos un balance desde nuestros inicios hasta hoy son alrededor de 2.500 chicos que han pasado por nuestro proceso formativo”, cuenta Jeihhco. Esa es una cosa casi única en el mundo. En Medellín se vive el arte urbano, y especialmente el hip hop, como parte de un movimiento con sentido y compromiso social.
Y es que en las escuelas de hip hop, por ejemplo, los niños y jóvenes, por lo general en contextos socialmente vulnerables, no solo reciben acompañamiento y formación artística, sino también formación política y social que los ubica en sus contextos y los ayuda a generar y consolidar competencias ciudadanas en relación con lo público, la ética, los derechos humanos, la paz y la convivencia, entre otros. Un buen ejemplo hoy del crecimiento de los muchachos es Jomag, un joven que hace 4 años llegó a la escuela y no sabía ni siquiera usar un aerosol y que hoy es uno de los grandes artistas urbanos del país y ya incursionando en el exterior. Hoy ha vuelto al barrio para enseñarles a los más pequeños lo que él ha aprendido. “De eso se trata el proceso de formación”, comenta Jeihhco.
El arte urbano, gracias a sus aportes a la ciudad en cuanto a esa generación de opiniones y a la labor pedagógica con jóvenes, ha ido ganando cada vez más terreno en sectores privados e institucionales en la ciudad, que ven en ellos un importante capital social, artístico y cultural que debe ser promovido. Incluso empresas multilatinas como el Grupo Orbis ha dedicado dentro de su estrategia de responsabilidad social el acompañamiento y las alianzas con entidades públicas de la ciudad y los propios artistas urbanos.
Ya sobre si el arte urbano en Medellín tiene una característica o elemento diferenciador desde el punto de vista netamente artístico, Jeihhco dice tajantemente: “No. Hoy no lo podemos tener aún. Creo que se está punto de definirlo. Creo que los artista aquí aún son jóvenes y creo que primero han surcado por los diferentes estilos existen para poder encontrar su propio estilo y podemos hablar de un par que lo han encontrado, pero hablar de un estilo Medellín es muy difícil. Creo que habrá que esperar un 3, 5 años más y creo que se va a encontrar por las raíces indígenas, campesinas.”
Pero mientras se encuentra este estilo propio, Jeihhco si tiene muy claro para qué le ha servido el arte urbano a la ciudad, además de ser una potente herramienta pedagógica: “ha aportado un asunto muy importante y es la memoria histórica de nuestra ciudad, a contar las historias de lo que ha pasado y a recordar la memoria de nuestros muertos”