Este artículo seguramente generará mucha controversia. Quienes me conocen saben que en mi familia somos poco de tener animales en casa, con excepción de los que habitan la finca, claro está. Si bien hace un tiempo la gente decidió tener mascotas, con perros y gatos dominando el ranking, también es cierto que la pandemia del Covid19 aumentó el número de personas que los compran y/o adoptan. Respeto a quienes tienen mascota, pero no puede ser que hoy las equiparemos con los hijos o los mismos seres humanos, y menos puede ser que vulneren la tranquilidad y las preferencias de quienes deciden no tener.

Una de las pocas excepciones para salir a la calle durante la cuarentena era sacar a la mascota a pasear, además, la cantidad de personas que ahora viven solos es otro de los factores para tener compañía en casa. La Encuesta Nacional de Calidad de Vida del DANE, publicada en 2023, muestra una fuerte tendencia histórica en la reducción de personas que habitan un mismo hogar; además, de los 18 millones de hogares, 3,4 eran unipersonales. Adicionalmente, ahora se ven más los animales de apoyo emocional para muchas personas que lo necesitan y para quienes los perros son clave para su bienestar. Respeto las decisiones de cada quien y, aunque actualmente vemos cambios en la pirámide poblacional, no hay que olvidar lo importante que es tener hijos para los aspectos socioeconómicos de cualquier país, especialmente, en materia pensional. Recordemos países como Japón y Canadá que tienen políticas migratorias flexibles para atraer jóvenes.

El año pasado también, y atendiendo a la evolución del concepto de familia y la sociedad, el Tribunal Superior de Bogotá reconoció la familia multiespecie, es decir, un hogar compuesto por seres humanos y animales. Además, estos seres sintientes no podrán ser embargados en los procesos judiciales. Si antes en Bogotá nos invadían las droguerías y peluquerías en cada esquina, ahora pululan unos locales espectaculares que ofrecen todo tipo de servicios y productos para los animales domésticos.

Respeto a las mascotas, sus derechos y el bien que le hacen a sus dueños, pero con lo que no puedo es con que tenga que comer al lado de un perro que ladra, me huele, o me lame; o en un almacén de ropa que tenga yo que compartir espacio con animales tan grandes y peludos que, a veces, parecen terneros u osos; o que, por irresponsabilidad del dueño, pise sus desechos en un parque; o que coincida con ellos en espacios tan reducidos como aviones o ascensores. Hay lugar para todo, pero así como los que no tenemos animales (que creo ya somos minoría) respetamos a los que sí, igual también deben respetarnos al resto. ¿Qué pasa si somos alérgicos? O ¿Si los animales son grandes y agresivos y nos dan miedo? La respuesta antipática y simplista de muchos es: entonces no vayas a ese restaurante o a ese almacén. Pero el tema no debe reducirse a eso.

Está bien que haya parques para perros, coches en los centros comerciales y supermercados, y restaurantes con zonas designadas para ellos; está bien que estos seres sintientes tengan sus derechos y que el mundo abierto, avanzado y globalizado de hoy lo permita con sus políticas pet friendly, pero, por favor, no caigamos en los extremos y las excentricidades, cumplamos las reglas sociales y mejoremos nuestra cultura ciudadana para encontrar un equilibrio.