Una buena reorganización del transporte masivo hace cada vez menos necesario el transporte individual

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René Albisser
28 julio, 2017 - Movilidad

Un mal generalizado en nuestras ciudades latinoamericanas es la falta de planificación de la movilidad y que se evidencia en la desorganización del transporte público.

En muchas ciudades, históricamente a empresas o transportadores privados se les han asignado rutas que desde hace muchos años son las mismas, independientemente de los cambios y crecimiento que haya tenido la ciudad. Incluso esas rutas son la consecuencia del apoyo de esas empresas en antaño a la clase política que ha gobernado. Este fenómeno es muy marcado en Colombia y no dudo que en otros países. En consecuencia, tenemos rutas obsoletas, que dan la vuelta a media ciudad para llegar a su destino. Y además ineficientes, pero que meten a los alcaldes en camisas de fuerza.

Puedo citar como ejemplo el caso de una ciudad como Medellín. En ella un enorme número de rutas de buses llega al Centro y cruza la Avenida Oriental, una vía arteria clave pero que buena parte del día vive taponada por el número exagerado de buses que transitan por ella. Estos buses no tendrían por qué llegar allí cuando la ciudad dispone de un sistema Metro, que debería tenerlos como alimentadores desde cada una de sus zonas de cobertura.

Este problema del transporte público masivo se ve profundizado por otra distorsión: el elevado número de taxis en las ciudades. Como las rutas de buses o el transporte masivo no son eficientes, la gente se ve obligada a utilizar el taxi para transportarse de manera directa, aunque más costosa.

Una ciudad como Medellín –con 2.5 millones de habitantes-, tiene 19.000 taxis mientras que una ciudad con tres veces más población como Nueva York –con 8.5 millones de habitantes-, tiene 13.500 taxis o una ciudad como Berlín –con 3.5 millones de habitantes- tiene 7.000 taxis. Esto es un contrasentido y que tiene un componente aún más grave: las empresas de taxi también se han beneficiado como aportantes de los políticos, han crecido en número de cupos y hoy tienen un poder inmenso que hace casi imposible su racionalización. Y mientras la reorganización del transporte o el transporte masivo no supla eso, el taxi seguirá teniendo protagonismo u otros sistemas como Uber.

¿Pero cómo reorganizar entonces el transporte ante estas dificultades tan comunes en Latinoamérica?

Lo primero es que hay que pensar la movilidad en clave de centralidades, y tratar que las personas de manera muy eficiente y muy corta puedan llegar a su destino sin necesidad de tomar un bus que da vueltas por media ciudad para llevarlas. Que los recorridos sean cortos es mandatorio.

Segundo, hay que superar el temor de conciliar las rutas con los transportadores. Si se les puede mostrar que hay una reorganización planificada, con estudios rigurosos de origen y destino, que evidencia que con recorridos más cortos y eficientes pueden tener mejores ganancias, será muy fácil convencerlos. Con decretos impuestos o “a la brava” siempre va a haber resistencia. También es claro que debe haber un ente que regule todas las rutas y que defina y haga respetar las reglas de juego de todos los actores del transporte.

Estas dos acciones lógicamente conllevan la racionalización del parque automotor. En este aspecto es recomendable disminuir el uso de vehículos pequeños, aunque cada ciudad tiene sus características topográficas y justamente los estudios dirán el tipo de vehículos de transporte público necesarios para la movilidad. Pero siempre es bueno tener como referencia que en las ciudades europeas es muy extraño ver microbuses o buses pequeños porque justamente ha habido una planificación para que todos los lugares de la ciudad estén conectados por transporte masivo. Pero sobre todo, para que cualquier persona pueda llegar a su destino sin tener que caminar más de 500 metros entre los distintos modos de transporte.

El efecto  directo que tiene la reorganización del transporte masivo es que se hace cada vez menos necesario el transporte individual. Lógicamente habrá una disminución del número de buses y de taxis, una reducción casi orgánica.  Y se podrá cumplir con una máxima que es vital en asuntos de movilidad: una ciudad que tiene un sistema de movilidad eficiente y efectivo, tiene muy poco transporte público individual.

Hasta pronto y gracias por su lectura.