Frente a eso que ella llama “anticiudades”, que expulsan por su desigualdad, que ven multiplicar los procesos de gentrificación, la socióloga Saskia Sassen cree que una urbe debe ser el espacio en el que los sin poder también puedan hacer una historia.
Saskia Sassen es una verdadera ciudadana del mundo. Nació en La Haya (Holanda), en 1947 pero creció en Buenos Aires (Argentina), porque su familia se trasladó a vivir allí en 1950. Luego vivió parte de su juventud en Italia, y en 1966 se instaló en Francia, para estudiar en la Universidad de Poitiers durante un año. Regresaría a Italia para seguir sus estudios en Sapienza Universidad de Roma. Y de allí, cruzaría otra vez el océano para volver a Buenos Aires donde se tituló en filosofía y ciencias políticas en la Universidad de Buenos UBA.
Terminados esos estudios, viajó en 1969 a Indiana (EE. UU.) para estudiar sociología y economía en la Universidad de Notre Dame, donde obtuvo un máster en 1971 y un doctorado en 1974. Su investigación posdoctoral se desarrolló en el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard. Actualmente es profesora de sociología en la Universidad de Columbia, Nueva York, y profesora visitante de Economía Política en el Departamento de Sociología de la London School of Economics.
Lo cierto es que, más allá de esta portentosa vida académica, el nombre de Saskia Sassen es cada vez más familiar en el mundo y, en particular, en América Latina. Dialogar con ella o asistir a sus charlas académicas, es salir de nuestro desconocimiento sobre muchas de las nuevas realidades de la ciudad y el mundo que habitamos. Esta profesora (porque es ante todo eso), hace hincapié en que “estamos en una época en la que los ciudadanos perdemos derechos, mientras que ciertos actores, como las corporaciones, los ganan”.
Su preocupación académica e intelectual ha estado enfocada en fenómenos como la inmigración, las ciudades y los cambios en el estado liberal a consecuencia del poder de las transnacionales. Ha aportado al mundo el concepto de “Ciudad global”, actualmente aceptado y utilizado en el plano académico y científico.
Es justamente en el ensayo La ciudad global (1991) que elabora el concepto de “Ciudad global” como referencia para entender la transformación que el neoliberalismo ha llevado a cabo en las grandes metrópolis mundiales. Por lo tanto, una definición resumida sería la siguiente: “ciudades que tienen un efecto directo y tangible en los asuntos mundiales a través de algo más que el medio socioeconómico, con influencia en términos de la cultura o la política. Sirven como símbolos del capitalismo global.” En resumen, grandes urbes que son grandes polos económicos y a la vez grandes escenarios de pobreza
En su preocupación constante nace una de las razones por las cuales siempre está invitando a “recuperar la ciudad”, a “reinventarla”, a “defender el espacio público”, lucha que enmarca en un convencimiento: “La ciudad es un sistema complejo e incompleto y ahí reside la capacidad de tener vidas largas y reinventarse a través de los siglos. Vidas mucho más largas que empresas formales y poderosas, que reinos, que repúblicas. La ciudad sigue viviendo a través de los siglos. Pero esa capacidad de vivir a través de épocas históricas tiene que ver con lo complejo e incompleto”.
A los escépticos les advierte y les alienta: “La ciudadanía, como la ciudad, se puede ir reinventando en muchas otras modalidades. Y eso tiene buenas y malas cosas… Pero sepamos que nunca vamos a lograr una ciudad perfecta. Siempre ha habido poder, abuso, explotados. Lo que sí podemos lograr es volvernos hacedores y ahí hay mucho que hacer”. Sobre todo, porque “en las nuevas geografías de participación, para movilizarte a través del mundo hoy no necesitas una visa”. Pero, para actuar, un “hacedor” ha de tener muy presente la vigencia de un “sistema anticiudad, cuya lógica es que, para nuestra seguridad, nosotros primero tenemos que ser sospechosos”.
Ello ha llevado, afirma Saskia Sassen, a que se estén coleccionando todos los datos sobre lo que hacemos cada hora, cada día, cada semana, mes tras mes, año tras año. Y, para completar, el mundo prosigue el tránsito, sin miramiento alguno, hacia la expulsión. “Hemos llegado a un punto que va más allá de la desigualdad creciente y tremendamente destructiva. Hemos pasado a la expulsión que, como una categoría de nuestra época, se vuelve invisible. Y una vez que estás fuera, ¡estás fuera! Con la exclusión social siempre existe la esperanza de que uno pueda ser reconocido. La expulsión es absolutamente radical”.
La inquietud y los interrogantes que siempre plantea Saskia Sassen, además de sensatos, entrañan el peso de un compromiso: “Lo que a mí me generan todas estas tendencias negativas de expulsiones muy especializadas (gentrificación), muy particulares, en más y más dominios, es la pregunta ¿quiénes somos, entonces, los ciudadanos?, ¿qué significa ser ciudadano hoy?”. La respuesta, en boca de ella, parece obvia: ciudadano es toda persona que contribuya a que “la ciudad, uno de los espacios más complejos que hemos generado y construido colectivamente a través del tiempo, sea un territorio donde los sin poder también hagan una historia”. Y, en tal escenario, es pertinente tener presente el concepto de “ciudad global”: “un espacio de producción de capacidades avanzadas para la organización y el manejo de la economía global”. Es por reflexiones como estas que Sassen es una verdadera heroína del Derecho a la ciudad.