A unas horas de las elecciones presidenciales americanas, que se juega sobre los grandes electores elegidos en cada estado, vale la pena preguntarse sobre el peso y el rol de las ciudades, en el país que ha visto nacer la expresión «Smart Cities».
La historia ha retenido que este concepto nació a partir de un intercambio entre el anterior presidente Bill Clinton y el ex-presidente de CISCO, el emblemático John Chambers. Bill Clinton había expresado su interrogatorio sobre cómo la tecnología podía jugar un rol en las ciudades frente a la explosión urbana.
En el momento de un combate que interpela al mundo entero, entre el populismo y la demagogia de Donald Trump, y las dificultades de Hillary Clinton para asegurar su credibilidad presencial, ¿en qué vamos de las «ciudades inteligentes» americanas?
Uno de los más brillantes investigadores americanos sobre el tema, Boyd Cohen ha explicado cómo el nacimiento de este concepto totalmente tecnológico fue creado por los grandes «players» de las telecomunicaciones como CISCO y también IBM, nosotros hemos presenciado la transformación a través de la Smart City 2.0, puesta en práctica por las ciudades, como elemento de planificación urbana sistemática, y ahora un visión 3.0 ciudadana, que viene a resurgir en la ciudad participativa.
¿Pero cuál es su devenir en el interior mismo de los Estados Unidos?
En realidad, hace falta prácticamente llegar al fin del mandato del Presidente Obama para ver aparecer una iniciativa en este sentido, beneficiándose de una acción global, horizontal y ciudadana. No fue sino hasta el 28 de septiembre de 2016, unos meses antes de su próxima salida de la Casa Blanca cuando anunció el programa «White House Smart Initiatives» en vista de fomentar las iniciativas urbanas en áreas transversales tales como el clima, el transporte, la seguridad, los servicios. Las cantidades anunciadas restan sin embargo modestas, tratándose de un presupuesto global de 80 millones de dólares. En paralelo con otras iniciativas forman de este plan, como el «Council of Global City Chief Information Officers », la «Better Communities Alliance », el «Urban Innovation Council », la «Federal Smart Cities and Communities Task Force» o también el «Smart Cities Council», o el «MetroLab Network », estando este último centrado en la intersección entre el Big Data y las ciencias sociales. Por supuesto, esto es complementario con las acciones que el Presidente Obama ya ha comenzado como el «Code for America» o el «Open Government Initative», que remonta a 2013.
Todo esto contrasta con la realidad sobre el terreno de las ciudades americanas : la profundización de las desigualdades en sus ciudades, la fragilidad de la protección social prácticamente inexistente, las graves problemáticas del alojamiento para las clases desfavorecidas, el empobrecimiento de ciudades completas, la persistencia de los problemas raciales y su violencia, con este telón de fondo el sueño individual americano de hacer fortuna. Todo esto está va contra la perspectiva de una ciudad que moviliza su ecosistema y sus fuerzas vivas, alrededor de un programa de desarrollo o de renacimiento. La iniciativa privada del empresario exitoso Tony Hshie en Las Vegas, con el Downtown project, la gentrificación de San Francisco por el enriquecimiento de los ejecutivos de la nueva tecnología, los proyectos de ciudades como la de Facebook, la Zee-Town, o Z-Town (como la llama Zuckerberg) el poder intelectual del MIT en Boston, así como de otros grandes centros de investigación sobre el tema, contrastan con la situación de millones de estadounidenses marginados, dejados atrás y que no podrán acceder nunca al sueño americano.
Por supuesto, interesantes iniciativas urbanas han visto la luz como el renacimiento de Detroit a través del Do It Your Self/Our Selves, la ciudad de Chicago Open Source, o también la propia figura de Smart ColombUs, ganador en junio de 2016 del concurso nacional de Smart Cities, por su proyecto en transporte, pero es relativamente modesto a la escala de un país tan grande y poderoso.
El «Sueño Americano» continua encarnando un sueño individual, una aventura personal, de manera que todos puedan tener su oportunidad, aun sea escalando por encima de la cabeza del otro, para subir las escaleras. Aunque Trump pierda, el 40% de los votos será demasiado, porque es el voto de la negación del otro, de la colectividad, de lo que da sentido a nuestras vidas en las ciudades, el compartir, la diversidad y la mezcla. El voto del odio al mexicano, considerado violador y a los que quiere separar por un muro, de todos los musulmanes, a los que quiere prohibir automáticamente y mucho más allá, del machismo, del rol social y profesional de las mujeres condenadas a ser bellas, a sonreir y a mantenerse en silencio, de la exclusión social y del aplastamiento del otro, de la vida en lentejuelas y vista a través de un reality show permanente, de la degradación de cada cual para la búsqueda de un beneficio sin importar el precio.
Símbolo de estos tiempos, los vehículos autónomos han nacido en USA por la I+D de Google y también de Uber y de otras compañías tecnológicas… Pero esto es todavía «yo y yo y yo», aunque sea sin conductor. Al contrario de esto, los buses autónomos, sin conductor, han nacido en Europa, y particularmente en Francia, adquiriendo una reputación mundial, como transporte urbano colectivo pionero, de nueva generación. Más que un guiño, es una diferencia que da a reflexionar…
Cortesía de Carlos Moreno. Texto original escrito en francés para el Diario La Tribune.
En español, para el portal I-Ambiente con traducción de Guillermo Mas (@Guille_Mas)