“Solo podemos ser cosmopolitas si entendemos a los demás”: Sergio González Rodríguez

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LA Network
9 abril, 2017 - Alianzas y Comunidades

La obra de este escritor mexicano propone una mirada crítica a las relaciones de poder, así como al actual modelo de control y vigilancia del ciudadano, con la tecnología militar como elemento central, en el que la privacidad del ser humano es la principal baja.

González recibió el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez” por parte de la Universidad de Guadalajara en diciembre de 2015. Foto: Adriana González UDG
González recibió el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez” por parte de la Universidad de Guadalajara en diciembre de 2015. Foto: Adriana González UDG

Para el periodista, narrador y ensayista mexicano Sergio González Rodríguez, la persona accede a la categoría de ciudadano cultural “cuando considera las diferencias culturales, de pensamiento y de historia, como el enlace o puente para tener un diálogo con los que son distintos”.

En tal sentido, las ciudades solo darán forma a una cultura ciudadana siempre y cuando activen como herramientas fundamentales la educación, la cultura, y la libertad individual y colectiva.

“Caminamos hacia la pérdida del humanismo –afirma–, donde el centro del mundo ya no es la persona sino la tecnología. El transhumanismo planetario ubicó a los seres humanos como una pieza de un gran sistema tecnológico-militar que controla los aparatos que están en el centro de nuestras  vidas. Se propone el nuevo orden mundial a partir de la competencia y la superioridad del más fuerte desde la tecnología”, cuestiona.

También para él está riesgo la conquista de la privacidad, lo que ha de conducirnos a ofrecer una respuesta que no sea solo tener conciencia de que estamos siendo vigilados, sino esgrimir la capacidad de desarrollar posibilidades para contrarrestar tal condición. “Existe hoy una pérdida del sentido de la persona, pues esta tiene derecho a la privacidad”, argumenta.

También cuestiona la manera en la que la lucha contra la producción y el  consumo de drogas psicotrópicas ha dado forma a una maquinaria bélica que ha  destrozado la manera en la que funcionan las ciudades, generando realidades en las que las fuerzas del orden dañan a la gente en lugar de protegerla, y los civiles  conforman grupos armados al margen de la ley.

Producto de éstas y otras consideraciones, donde la cultura tiene un sentido no ideológico ni partidista sino político, es por lo que llega a la sentencia de que “sólo podemos ser cosmopolitas si entendemos a los demás”.

A lo largo de su trayectoria periodística, González Rodríguez ha encarado fenómenos que hoy hacen trizas el bienestar y la esperanza en las ciudades, como son el feminicidio, los ataques a la libertad de expresión y la amenaza y el asesinato de periodistas.

Él mismo fue víctima de un secuestro en el que estuvo al borde de la muerte y al final del cual tuvo que luchar con denuedo para recuperar la memoria, averiada por golpes propinados con las cachas de los revólveres con los que sus captores lo intimidaban y torturaban, como represalia por investigar el asesinato sistemático de jóvenes mujeres en Ciudad Juárez y por denunciar las tramas de violencia extrema y corrupción vinculadas al narcotráfico en su país.

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Desde entonces, en las noches de Sergio González Rodríguez hay una imagen  recurrente: su sueño viene acompañado por la sombra de una persona que, en un principio, le inspira confianza. Luego aparece la traición, en forma de gesto o de mirada, y con ella llegan esos otros que quieren hacerle daño.

“En esos días entendí lo que es convertirse en víctima. Cuando uno vive esa experiencia el mundo se rompe y ya nada vuelve a ser igual. En mi libro Campo de guerra yo estudio en qué consiste esa anamorfosis de la víctima, ya que luego de un secuestro o cualquier abuso de ese tipo uno no vuelve a ser el mismo”, señala. La obra mencionada lo hizo merecedor del Premio Anagrama de  Ensayo en 2014.

Y, aunque su secuestro le llevó a la sensación de verlo todo negro, y a definir sus planteamientos  como oscuros y pesimistas, hoy reafirma su empeño por destacar la lucha del ciudadano por no convertirse en víctima al interior de sistemas controlados a través del terror.

Se remite a varios momentos en las historias de su país y de muchos de Latinoamérica, argumentando que el escepticismo permite ver posibilidades    distintas y avanzar como comunidades.

“La  oscuridad restaura lo que la luz  no  puede  reparar”, dice, parafraseando al  poeta ruso Joseph Brodsky.

Vincula la noción del ciudadano desde lo particular hacia lo universal, lo que  implica, para él, una comprensión de los semejantes en condiciones de paridad, sin perder de vista el sentido de la diferencia “que es el que permite al ciudadano  cultural entenderse a sí mismo”.

“La cultura tiene que ser política, y con eso no me refiero a ideológica o partidaria, sino al valor como ciudadano en la esfera pública”, explica.

Su invitación está orientada a conocer en profundidad la ciudad, los programas y planes, observar los resortes que mueven las políticas públicas y a cuestionar  cuando detectemos algo que parezca adverso y perjudicial para la ciudadanía. “Eso nos hará mejores ciudadanos”, concluye, advirtiendo que “la única manera de salir adelante es la memoria permanente”.