‘Un alcalde necesita combinar las dimensiones política, técnica y comunitaria’: Adolfo Eslava

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LA Network
25 junio, 2017 - Gobernanza

Para el académico e investigador colombiano Adolfo Eslava, el tipo de alcalde que necesita la ciudad latinoamericana debe tener un perfil que combine de manera eficiente las dimensiones política, técnica y comunitaria, siendo esta última la más compleja, pero la que dota de mayor legitimidad al ejercicio de gobierno.

Adolfo Eslava, académico e investigador colombiano

Adolfo Eslava es magíster en Ciencias Económicas y especialista en Evaluación Social de Proyectos. Ha trabajado como docente e investigador de la Universidad de Antioquia y la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín y en la Universidad Sergio Arboleda en Bogotá. Fue el primer coordinador de la alianza interinstitucional Medellín Cómo Vamos y ha concentrado sus investigaciones en el desarrollo de las políticas públicas y la generación de capital social. Actualmente es profesor asociado del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT de Medellín.

Eslava es autor de los libros “El juego de las políticas públicas” y “Políticos, Técnicos y Comunidades”, donde explora cómo comprender las dinámicas comunitarias en las ciudades para enfocar las decisiones públicas y generar confianza ciudadana. Es justamente este último tema el que nos llevó a dialogar con él sobre el tipo de gobernantes que necesitan las ciudades y particularmente, las urbes latinoamericanas.

¿En su concepto, cuál es el perfil de gobernante que necesitan hoy las ciudades en Latinoamérica?

Nuestras ciudades claramente son muy complejas y eso requiere de un perfil que permita gestionar esa complejidad. Los alcaldes -y yo creo que en América Latina hemos venido ganando en eso, no totalmente, pero hemos venido ganando-, tienen un perfil que evidencia la necesidad de combinar las dimensiones política, técnica y comunitaria. ¿A qué me refiero? Convencionalmente, los procesos de gestión pública han estado muy influenciados por la dimensión política, bajo  lógicas del poder. Recientemente ha venido ganando terreno la dimensión técnica, la dimensión del saber, del conocimiento. Sin embargo, el gran reto que todavía enfrentan nuestros alcaldes en las ciudades latinoamericanas tiene que ver con una dimensión que podríamos llamar de las vivencias. Y es la que está en el sustrato social de los arreglos comunitarios, de la vida cotidiana de las comunidades. Y esa gestión no pasa solo por una persona, es un proyecto colectivo, de ciudad, en donde por ejemplo, desde el ámbito académico, tenemos que estar comprometidos con la formación de líderes que combinen estas dimensiones. Podríamos sintetizarlo alrededor del poder, el saber y las vivencias.

¿Qué reflexión le merece el hecho que los ciudadanos, en la mayoría de los casos, califiquen si la gestión de un alcalde es buena o no desde el desconocimiento o desde la superficialidad? ¿Le parece válido?

Hay una primera mirada, desde lo político y lo técnico, que incluso está medido en Ciencias Políticas: se habla de la desafección política y en cualquier ciudad latinoamericana se evidencia que el nivel de confianza por ejemplo en las instituciones de gobierno, en los partidos políticos, es bajo. Entonces tomamos nuestras decisiones públicas sobre ese supuesto de la desafección, de la desconfianza institucional, que es real. Ahora bien, esa es una mirada macro de las decisiones públicas. Sin embargo, así como existe apatía e indiferencia, cuando le hacemos zoom a la decisión pública y le damos un criterio territorial -si se quiere micro territorial-, ahí nos vamos a encontrar con actores concernidos, actores que conocen sus realidades y que realmente quieren comprometerse. Pero ahí es donde está el vacío. Si nosotros le vamos a dar mayor importancia a esa dimensión comunitaria implica exigencia de conocer la ciudad, las realidades de esos sectores vulnerables. Hay que reconocer que se deben tener políticas públicas de carácter general, pero las realidades exigen particularizar, exigen territorializar las decisiones. En ese proceso es donde encuentras fenómenos de confianza, de disposición a emprender acciones colectivas. Y ese es justamente un recurso que sistemáticamente nuestros procesos de decisiones públicas han venido desperdiciando. Necesitamos esa lógica micro territorial, necesitamos esa lógica que ponga a conversar poder, saber y vivencias.

¿Y eso sí es posible en un escenario en el que las redes sociales y lo efímero de ellas están determinando la gestión favorable o desfavorable de un gobernante, donde parece ser que la virtualidad da más peso que la territorialidad?

De acuerdo, es un reto gigantesco, porque este tema está del lado del asunto macro de las decisiones públicas y desafortunadamente hoy se reduce a retuits, a likes, a este tipo de expresiones sociales en redes. Tenemos un enfoque desde el gobierno y los gobernados, de reducir  las decisiones públicas a expresiones espontáneas y sobre todo muy frágiles y que no constituyen movilización social. De ahí la necesidad de poner la fuerza en este otro enfoque de ir a lo micro, de comprender qué pasa en las realidades microterritoriales de nuestros barrios en las ciudades. Es exigente, pero no arranca de cero. Esta disposición a confiar, cooperar, existe, ha existido. Se construye en la vida cotidiana de nuestras ciudades, en particular en los sectores populares, con relaciones de vecindad, de familiaridad, sobre la cual se puede pensar lo público. Y también las tecnologías nos pueden brindar la capacidad de acceder a la información en los territorios y tanto la academia como el sector público y el privado, pueden tener herramientas para acercarse a la realidad. Tenemos que apostar por procesos de decisiones públicas informadas y la información existe o existen medios a través de los cuales podemos acceder a ella.

¿Cómo se entiende que haya alcaldes de corte gerencial, eficientes y su favorabilidad sea bajísima y caso contrario, mandatarios que no administran bien una ciudad, pero son mediáticos y por ello tienen una favorabilidad alta?

Efectivamente es una paradoja. Pero una paradoja que a mi modo de ver encuentra respuesta en esta terna de la que estamos hablando entre políticos, técnicos y comunidades. La paradoja reside en malinterpretar la ponderación de estas 3 dimensiones al momento de tomar decisiones públicas y en ocasiones el gobernante puede perder el foco, concentrándose en otra cosa, llamando la atención en el poder de redes sociales y olvidando las comunidades reales. En otra ocasión le puede dar mayor ponderación a un argumento estrictamente técnico y justamente el reto consiste en conciliar las dimensiones del poder, el saber y las vivencias. En ese sentido, la posibilidad reside alrededor de la conversación. Nuestras ciudades latinoamericanas han tenido ese potencial, de sentarse a conversar y en ese sentido nuestros gobernantes tienen ese reto. Yo siento que en muchos lugares de Latinoamérica aparece la necesidad de conversar cómo nos imaginamos las ciudades en el futuro. De ahí la conversación social pero también con el debate. Los medios de comunicación, académicos y las mismas organizaciones sociales pueden encontrar cómo ponderar esa pérdida de foco por simplemente prestarle atención a las redes sociales o prestarle atención al argumento técnico. Allí podemos encontrar la forma de construir debate público para ese futuro de las ciudades.

¿El ciudadano debe entender entonces que tiene un papel fundamental para que la ciudad esté bien gobernada?

Cuando nosotros estamos reclamando la presencia de políticos, técnicos y comunidades no quiere decir en detrimento de ninguno de ellos. En esa dimensión política aparecen concejales, gobernantes, pero sí, sin duda se trata de un debate que nos interpela en primera persona, a mí como ciudadano, a mí como estudiante, a mí como líder de organización social, todos estamos concernidos y ahí se construye la legitimidad que pueda tener la agenda de ciudad, que pueda tener esa visión de futuro. Es una visión de futuro que materializa los instrumentos con los que ya se cuenta en materia de participación y de rendición de cuentas, pero que sobre todo llama la atención sobre prioridades y compromete a los actores que estamos llamados a esa construcción colectiva. Una ciudad no es un asunto de una sola persona, es un asunto que remite a todos los actores de la construcción de esa ciudad, al papel de la mediación y no de la intermediación a la que estamos acostumbrados. Construir ese norte común que le fije ruta a un alcalde no solo en el corto plazo sino en el largo plazo y que le dote de legitimidad.