LA Network diálogo con Dj Lu, considerado hoy uno de los artistas urbanos más innovadores de Bogotá y cuya obra ya está en varias ciudades de Latinoamérica y el mundo.
“La arquitectura fue algo que me involucró mucho con la ciudad, no sólo en el nivel físico, de cómo se construye, sino en las dinámicas que encierra y siempre fui un apasionado de los centros urbanos”. Sus estudios de arquitectura generaron en Dj Lu el interés por la ciudad, pero la manera de reinterpretar todos los días esa ciudad se la debe a las artes plásticas, que cursó hace ya un tiempo en la Universidad Nacional. Por su estilo y capacidad creadora, hoy este artista urbano es uno de los más respetados e importantes dentro de un movimiento y de una ciudad que algunos consideran referencia obligada al hablar de esta expresión artística. Dialogamos con él sobre el arte, la ciudad y Latinoamérica.
¿Cómo llegó al arte urbano, cómo fue su encuentro con él?
Bueno, yo terminé en la calle haciendo arte básicamente porque tuve un gran desencanto del arte tradicional, sobre todo del comercio del arte, de las galerías, de todo ese ambiente que empecé a considerar bastante cifrado, bastante falso, bastante desligado de lo que yo entiendo por arte y de lo que creo debe ser la función del arte. Eso se dio aproximadamente en el año 2006 cuando estaba estudiando Artes Plásticas en la Universidad Nacional y justamente me di cuenta de que el arte si quería abrir un poco la mente de la gente y contribuir un poco con la realidad del momento, pues debía comunicar y para poder comunicar masivamente el lugar idóneo era la calle, el espacio público; en ese sentido me di cuenta de que el arte debería dejar de ser cifrado, debería dejar de estar ligado a los círculos comerciales y por ello me interesó la libertad que proponía la calle como espacio de difusión del arte.
¿Qué podría decirnos de la conformación en 2009 del movimiento Bogotá Street Art, colectivo clave para entender el proceso bogotano y del que usted hace parte?
Nosotros comenzamos cada uno por nuestro lado. Todos veníamos de la academia. En ese sentido fuimos un colectivo al que siempre nos unió el arte urbano, el hecho de que hacíamos arte urbano más allá del graffiti, aunque siempre con un respeto hacia la práctica del grafiti muy grande. Empezamos a coincidir en eventos, a coincidir en pintadas, nos empezamos a volver amigos antes incluso de empezar a trabajar juntos y ya en un momento con la amistad consolidada y teniendo en cuenta que nuestros intereses eran afines y que en gran parte también nuestras técnicas eran afines, entonces decidimos crear un colectivo que se llamó Bogotá Street Art, sobre todo pensando en sacar una publicación que recopilara nuestro trabajo realizado durante ese momento en seis o siete años. Entendíamos que el trabajo en calle era efímero y queríamos documentarlo, dejar un libro, una publicación… entonces eso generó el pretexto para poder unirnos como colectivo para llevar a cabo esa experiencia y obviamente fue interesante, nos dimos cuenta de que unidos obviamente se lograban mayores cosas, de que se podía a veces empujar más fuerte sin necesidad de anular también las individualidades propias de cada uno y así fue que se conformó el colectivo. El colectivo ya ha generado varias publicaciones, con el colectivo también hemos trabajado en varios proyectos, convocatorias con el Estado y algunos proyectos de carácter privado.
¿Siente que después de todo este tiempo hay en Bogotá ya un estilo y un movimiento consolidados?
Yo no creo que haya un estilo dominante acá en Bogotá, todo lo contrario, creería que si hay algo que define en cierta medida el accionar de las prácticas gráficas en el espacio público, es la diversidad, más allá de decir “vea, acá prima tal técnica”. Yo creo que acá lo más interesante me parece de la movida bogotana es que es muy diversa, no solo a nivel de técnicas, donde podemos encontrar roller, o sea rodillo; tratamiento con el aerosol, graffiti de muchos tipos, firmas, vómitos, cartelismo, propuestas de arte plástico que pueden emparentarse con lo abstracto, con la geometría, letras de todo tipo, esténcil -que es lo que más hacemos nosotros-, entonces en ese medida creo que Bogotá nos presenta un panorama bastante diverso.
¿Y en temáticas?
Creo también que no necesariamente hay un dominio de lo político o de la violencia, que es algo que me pasa mucho, que me preguntan si yo veo que el graffiti en Bogotá o el arte urbano está especialmente tocado por la situación del país, yo no creo que sea así. En mi caso, pues obviamente sí, porque yo trabajo mucho el tema de la discriminación, de la violencia, de las disparidades sociales, en fin, cantidad de temáticas que considero pertinentes pero que no necesariamente son locales, son temáticas que hoy en día están ligadas a la globalidad y creo que el arte urbano en Bogotá también es así, no necesariamente está atravesado por la violencia. Puede encontrarse cosas agradables, amables, personajes que no tienen nada que ver con la violencia, es muy diverso, y creo que eso es de las cosas que más me interesa del arte urbano en Bogotá, que puedes encontrar muchísimos temas.
Ha tenido la oportunidad con su arte de estar en muchas ciudades de Latinoamérica, de hecho veíamos que hace poco estuvo en “LatidoAmericano”, intervención adelantada en Asunción, ¿qué diagnóstico o qué visión tiene del arte urbano en esta región?
Latinoamérica es una región que es bastante especial por sus condiciones geográficas de aislamiento, por su influencia de Estados Unidos, que me parece que la afecta bastante, por una mezcla de lo nuevo y de lo tradicional, por un legado también de los ancestros de lo que fue y es el indigenismo; en esa medida creo que el arte latinoamericano sí puede, en cierta medida, decir que tiene ciertos aspectos que lo determinan. Yo podría hablar del indigenismo, del colonialismo, de lo que tiene que ver con la política, con la violencia, con la corrupción e incluso con una actitud de tomarse la vida un poco a veces jocosamente, o sea, que ante las situaciones terribles gocémonosla un poco, no, la parte carnavalesca de Latinoamérica. Entonces, pues, creo que sí hay puntos importantes para destacar.
¿Por ejemplo, qué destacaría de LatidoAmericano?
La experiencia de LatidoAmericano fue maravillosa porque digamos que algo que existe entre los artistas latinoamericanos, más allá de sus intereses o sus líneas gráficas, es definitivamente una hermandad. Nos consideramos hermanos, con todos hay una mezcla y un intercambio de ideas y de conocimientos maravillosos, con todos un respeto y una camaradería impresionante, entonces yo creo que aparte del resultado del arte urbano que es lo que un transeúnte puede ver en la calle, el resultado, la pared como tal, creo que detrás de esto se encierran una cantidad de elementos de pronto más importantes para uno, que son esos vínculos que se generan entre artistas, que son esos amores y desamores que se generan en la práctica como tal, que es esa autodeterminación que te exige la práctica del arte urbano, entonces maravilloso que como región aunque sea en este sentido nos identifiquemos y nos ayudemos.
¿Qué cree que le aporta el arte urbano a la evolución de la región, al desarrollo de la región?
Yo creo que el arte urbano es una resultante de la realidad social, cultural y política de los países. Cuando tú vas a una ciudad, por ejemplo me ha pasado a mí mucho que cuando viajo, yo no soy muy dado a hablar, a conectarme con la gente, porque muchas veces el idioma también es una barrera, entonces yo soy una persona que como arquitecto también me encanta leer la ciudad a partir de sus superficies, de sus calles, de sus paredes y entonces en esa medida el hecho de poder ver en las paredes de la ciudad lo que está pasando a nivel político, a nivel deportivo incluso, a nivel cultural, a nivel social es maravilloso, y yo creo que en Latinoamérica el arte urbano se puede consolidar como un reafirmante de nuestra cultura y una muestra gráfica de lo que somos, es como en Pompeya que a través de los grafitis lograron descubrir mucho de cómo era la cultura del lugar, esperaría yo que nuestras pintadas en los muros logren también dar una idea de lo que somos como sociedad, de nuestros conflictos, nuestras alegrías, nuestras discusiones, nuestros baches y disparidades.