El reto de generar las ciudades y viviendas del futuro no es otro que el de dar respuestas a las necesidades, actuales y futuras de la gente.
Actuales y futuras…
Porque si resulta absurdo pensar solo en el futuro como si no hubiera un pasado, resulta igual de absurdo pensar solo en el hoy, sin entender que al hacerlo la respuesta que podamos dar nacería siendo insuficiente y obsoleta.
Sobra decir que seguirán haciendo falta viviendas y ciudades, pero también debería sobrar decir que la lógica obliga a reconocer el impacto que la pandemia ha tenido y tendrá en la forma en que las sociedades realizan sus actividades y que, en definitiva, esto es lo que marca los cambios que tendríamos que ver en los modelos con que guiamos la transformación de nuestras ciudades y generamos tanto las políticas de vivienda, como los modelos de producción encaminados a implementarlas.
El reto sigue siendo el mismo, atender las necesidades de vivienda de la población y construir ciudades eficientes, justas, sostenibles y sustentables…
Solo que, para hacerlo, hay dar nuevas lecturas a las variables que definen en la esencia de esos retos, porque esas sí que han cambiado como resultado no solo de la pandemia, sino, también, de procesos sociales y económicos, así como de un irreversible avance de la tecnología.
En lo que toca a vivienda, el reto es multiplicar el alcance de las respuestas, buscando con ello poder atender a todos los grupos de población, sin importar la ubicación de la demanda, el tamaño o fuente de ingresos de quienes la integran, o las respuestas específicas que exige la adecuada atención de cada vertiente de esa demanda.
Pero poder hacerlo solo es posible consolidando un poderoso sistema integral, que además de fortalecer la demanda mejorando la oferta de créditos y subsidios, garantizando poder atender a todos los grupos de población, ponga especial atención al fortalecimiento de la oferta, en un proceso en que sociedad, iniciativa privada y gobiernos, generen condiciones que hagan posible incrementar la producción de todos los segmentos de vivienda, bajo modelos que lo hagan parte de un modelo virtuoso debidamente alineado a objetivos de desarrollo nacional, regional y urbano.
El objetivo tendría que ser dejar de hacer solo las viviendas fáciles de producir, solo las que se pueden, para tomar como prioridad crear condiciones que permitan hacer las que se requieren.
Y esto solo será posible a partir de la suma de voluntades de sociedad, gobiernos e iniciativa privada.
Suma de voluntades que trascienda el discurso y se traduzca en regulación, programas, recursos, inversiones y aprovechamiento de experiencias y capacidades instaladas.
Suma de voluntades con la mira puesta en el futuro, pero sin perder de vista las necesidades del ahora.
Es tiempo de reconocer que los procesos urbanos exigen la participación de todos y que en ello va incluido el éxito de una política de vivienda incluyente, sostenible y sustentable.
Toca reconocer el tamaño y estructura del reto habitacional, para tomarlos como punto de partida en la construcción de un futuro planeado, sostenible y sustentable.