El parque habitacional de México es del orden de 34 millones de unidades… Y no lo digo yo, lo dice el INEGI (Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática).
Con base en esta irrefutable realidad, el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) presentó al final del año pasado el estudio Diagnóstico del Derecho a la Vivienda Digna y Decorosa 2018, que da nueva dimensión al rezago habitacional, ubicándolo en 14 millones de unidades y puntualizando que en gran medida este déficit tiene que ver con los diferentes indicadores que definen la calidad de una vivienda.
Pero atención, porque el hecho de que se reafirme el concepto de que el déficit habitacional es más cualitativo, que cuantitativo, no significa que no sea urgente producir un gran número de viviendas… Todo lo contrario.
Porque claro que el reto habitacional implica mejorar muchas viviendas existentes, pero implica también tirar muchas que no son rescatables, sea por las deficiencias de su construcción, o por las deficiencias de su ubicación.
No hay que hacerle al cuento… Se necesitan muchas, pero muchas viviendas, solo que hay que hacerlas cómo, dónde y para quién se necesitan.
No se trata de prender la maquinita de hacer casas, porque no se trata solo de beneficiar una industria y a quienes en ella participan.
Se trata de que cada casa, sea nueva o usada, responda a objetivos muy precisos de desarrollo social, económico y urbano.
Se trata de entender el papel que debe jugar la industria inmobiliaria en el proceso de consolidar estructuras urbanas cada vez más eficientes, competitivas y sustentables… Ciudades que multipliquen las oportunidades para sus habitantes.
Y hay que decirlo; hacen falta viviendas porque la gente necesita viviendas que sean fábricas de todo tipo de oportunidades…
y las ciudades necesitan reciclar su suelo, consolidar sus estructuras urbanas y generar los activos inmobiliarios indispensables para dar viabilidad a proyectos integrales de desarrollo.
Y claro, tampoco sobra reconocer el impacto que el sector inmobiliario representa en materia de desarrollo económico y generación de empleo… Eso acaba siendo la cerecita del pastel.
Por supuesto, los gobiernos locales tendrían que ser los primeros en tener muy claros sus proyectos de ciudad y en entender el papel que en ello juegan tanto planeación y regulación urbana, como industria e inversión inmobiliaria.
Imposible cerrar los ojos ante la urgencia de planear y conducir la transformación urbana… Tan imposible como desaprovechar la oportunidad de crear los activos inmobiliarios que permitan dar el cauce debido a esa transformación.