El teleférico sirve a los habitantes de las favelas que han visto ya triplicar sus tiempos de recorrido.
La suspensión por seis meses del Teleférico de Río de Janeiro, que afecta a los residentes de los barrios más pobres de la ciudad, los tiene demandando al Gobierno local para que el sistema de transporte sea reparado lo más pronto posible o les brinden nuevas alternativas.
La suspensión, obligada por la reparación de un cable de tracción que es fabricado en el extranjero, preocupa a los residentes de la zona de influencia –mayoritariamente del complejo de favelas conocido como Alemão- que ya llevan 20 días sin el servicio y que han visto triplicar los tiempos de recorrido para llegar a sus casas, muchas veces a altas horas de la noche.
Esta obra está siendo además objeto del escrutinio público y de los medios de información por sus expectativas incumplidas. Para 2011, cuando el teleférico fue puesto al servicio, el pronóstico hablaba de transportar a más de 30 mil usuarios al día, cifra que con el tiempo se fue reduciendo hasta movilizar en la actualidad a 9 mil pasajeros, es decir, solo el 30% del número prometido.
Sumado a esto, la administración del Teleférico se ha visto envuelta en diferentes escándalos, luego de que el manejo del sistema de transporte fuera adjudicado a un consorcio presidido por el hijo del entonces presidente del Tribunal Federal de Auditoría y quien fuera investigado por lavado de activos.
Luego, tras ser derrocada la adjudicación y comenzar el proceso de licitación, la exigencia de que la empresa interesada debería tener experiencia de un año en el manejo de estos cables, cerró las posibilidades y fue entregada a un consorcio cuya experiencia era de tres meses en el teleférico de providencia.