A partir de mañana, Medellín será el escenario para debatir en el Foro Ciudades Bajas en Carbono cómo detener la nube de humo tóxico que cada vez es más frecuente el cielo latinoamericano y en contra de la salud de sus habitantes.
Esa nube impostora, densa y silenciosa sobre el techo de las ciudades, pero tan visible y a la vez tan agobiante, no solo impide ver el juego incesante entre las nubes naturales y el viento. También es la responsable de una espiral de riesgos que enferman y matan a corto, a mediano y a largo plazo.
Según los estudios de la Organización de la Salud (OMS), a más contaminación atmosférica urbana, más degradación de la salud en las personas y en los animales. Más riesgo de padecer enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía. Más riesgo de padecer enfermedades crónicas, como el cáncer del pulmón. Más riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Y, aunque las víctimas somos todos, esa nube indeseable afecta de distintas formas a los grupos poblacionales. Los efectos más graves –advierte la OMS– se producen en las personas que ya están enfermas, pero, “los grupos más vulnerables, como los niños, los ancianos y las familias de pocos ingresos y con un acceso limitado a la asistencia médica, son más susceptibles a los efectos nocivos de dicho fenómeno”.
El anterior es apenas un panorama parcial de las consecuencias sanitarias que acarrean las emisiones de gases atmosféricos de efecto invernadero, producidas en un 70% en el ámbito de las ciudades del mundo.
Y justamente la búsqueda de generar cambios para reducir las emisiones –búsqueda que compromete por igual a los ciudadanos, las empresas y el sector público–, son las razones por las cuales se realizará el Primer Foro Mundial de Ciudades Bajas en Carbono del 10 al 12 de octubre de 2016 en la que es considerada la ciudad más contaminada de Colombia: Medellín, la cual vivió en el primer trimestre de 2016 una compleja emergencia ambiental, que tomó sin poder de reacción a las autoridades municipales y regionales.
Infortunadamente, los pronósticos indican que este año cerrará con otra nube densa y silenciosa sobre el techo de la ciudad.
En torno a los objetivos y alcances del foro, que reunirá a cerca de 3.000 ciudadanos, gobernantes, académicos, artistas y líderes urbanos del mundo para unir esfuerzos, LA Network habló con su director, Juan Manuel Restrepo.
—Resulta alentador que iniciativas como ésta nazcan y se impulsen desde la ciudadanía.
—Es cierto. Este es un evento impulsado por los ciudadanos, quienes tenemos claro que el reto tan grande del cambio climático obliga a que todos estemos involucrados en la búsqueda de alternativas que modifiquen la actitud de las personas, de las empresas y de los funcionarios en los gobiernos.
—Reducir las emisiones, en primer lugar, obliga a los países que son potencias económicas. ¿A qué está obligado el ciudadano?
—El Foro Mundial sobre Ciudades Bajas en Carbono es una oportunidad para que todos, sin excepción alguna, nos comprometamos a hacer parte del cambio. Allí, los ciudadanos se pueden inspirar para emprender acciones en conjunto y también individuales para ayudar a transformar nuestras ciudades y posicionarlas como el mejor escenario para mitigar el cambio climático. Tal como lo hemos venido repitiendo, el foro plantea un proceso de comunicación y sensibilización, que motive la apropiación ciudadana de la problemática y la participación del sector público y privado.
—¿Qué tipo de acciones individuales, por ejemplo?
—En la búsqueda de tener ciudades más sostenibles, más saludables y más amigables con el medio ambiente hay acciones muy simples que la persona puede realizar en forma cotidiana y que a la larga resultan de gran importancia e impacto. En movilidad, por ejemplo, usar más el transporte público, la bicicleta y la caminata. Así reduce emisiones. Otro ejemplo es reciclar empaques o no preferir la bolsa plástica en el supermercado. También, no usar pitillos al ingerir bebidas. Reciclar las basuras y los desperdicios orgánicos. Y, algo bien importante relacionado con el consumo y la prevalencia de hábitos saludables, es el impulso y el apoyo efectivo a los mercados campesinos y al consumo de los productos locales. En general, todas esas pequeñas acciones le permiten al ciudadano sentirse y hacer parte del cambio.
—Para la persona del común que en el caos del día a día en la ciudad está inmersa en la complejidad de la supervivencia, ¿este tema no le resultará algo extraño a su realidad inmediata?
—El primer reto, sin duda, es esforzarnos por aterrizar estos temas que, a la larga, pueden resultar muy complejos o muy de tono académico para muchos ciudadanos: cambio climático, reducción de emisiones, ciudades bajas en carbono, efecto invernadero. La idea es plantearlos en forma sencilla y clara para que sean comprensibles y motiven a la persona a involucrarse en soluciones. De la mano del experto, todos tenemos que comprender lo que hacemos, en el día a día, que está contribuyendo a que la Tierra se caliente más y más. El ciudadano debe ser un veedor de sus propias actuaciones, que le lleven a concluir que si hace parte del problema también es posible hacer parte de la solución.
—¿Qué tan posicionado está este tema en la agenda pública de las ciudades latinoamericanas?
—La agenda mundial es el catalizador de la iniciativa que condujo al foro. En 2015 se plantearon los nuevos objetivos del desarrollo sostenible, de los cuales dos se refieren a ciudades y a sostenibilidad. Y también se firmó el acuerdo de París, suscrito por muchos países, entre ellos los latinoamericanos, que comprenden lo que significa que más del setenta por ciento de sus pobladores estemos viviendo en el área urbana. Así, las ciudades latinoamericanas se han convertido también en grandes centros de consumo de energía y en grandes generadoras de emisiones en el mundo, con Medellín y Ciudad de México como ejemplos muy complejos de lo que significan las crisis de calidad de la vida por la contaminación y la incidencia de ésta en la salud de las personas. Pero la consciencia de que la ciudad requiere de nuevos modelos para transformarse es un asunto planetario. Aunque hay que reconocer que aún prevalece la bipolaridad entre la toma de acciones no muy contundentes o no muy claras y la promoción de modelos no sostenibles, debido a que muchos gobiernos municipales siguen dándole prioridad al vehículo particular.
—O sea que la consigna es persistir y no desfallecer.
—Sí. Ya hay un imaginario hacia dónde debemos ir en diferentes sectores como energía, transporte, construcción, industria y residuos. Pero, como pasa muchas veces con esos acuerdos y compromisos que asumen los países, la acción en el territorio y en el entorno de las comunidades es muy compleja y en muchas ciudades todavía no se ve. Y si no hay avance en lo territorial, no lo habrá en el plano nacional ni mundial. Nuestra apuesta, que va en el sentido de crear soluciones colectivas, ha logrado en menos de un año movilizar más de 7.500 personas a través de talleres, preforos, conversatorios, charlas y acciones de urbanismo táctico.
—¿Qué debe entender el ciudadano del común por urbanismo táctico?
—Son aquellas acciones que, apoyadas en lo simbólico y en el arte, reflejan un problema y plantean una solución. Es decir, apuntan a llevar al ciudadano a la acción y a que defienda el espacio público como el lugar donde se puede compartir, interactuar y disfrutar y cuidar la ciudad. Por ejemplo, las máscaras que les pusimos a principio de este año a las esculturas de Botero tenían el significado de que el aire de Medellín no es apto para respirarlo y que las autoridades están obligadas a ofrecer soluciones inmediatas, porque es la salud y la vida humana y animal las que están en alto riesgo. Durante el foro realizaremos actividades de urbanismo táctico.
—A la vez, el urbanismo táctico conlleva un gran aporte de convivencia porque trasciende el sentido beligerante de la protesta, entendida solamente como enojo e inconformidad.
—Aunque existe la protesta ciudadana para denunciar y generar cambios en las decisiones de gobierno y en las políticas públicas, el urbanismo táctico también es una forma propositiva y constructiva de visibilizar una problemática, generando una acción positiva. Esta estrategia ha sido muy exitosa porque no demanda los recursos de otras estrategias muy onerosas. Es mostrar que desde la creatividad, el ingenio, los colores, el sentido artístico y lúdico, los simbolismos, otra ciudad es posible.
—El espíritu de un certamen tan complejo en su organización como lo es este foro mundial, ¿cómo se puede explicar en breves palabras?
—Que las ciudades requieren cambios, que no nos podemos quedar solamente criticando, que no nos podemos quedar tampoco esperando que otros hagan los cambios. Que la movilización ciudadana es un derecho y un poder de transformación. Que es necesario establecer bases conceptuales y políticas para construir ciudades bajas en carbono y, repito, posicionar las ciudades como el mejor escenario para mitigar el cambio climático. La mira no está puesta solo en el presente, sino en las próximas generaciones.