El graffiti tiene como principal sustrato la calle, el espacio público; un terreno que se supone peligroso, amenazante o simplemente inapropiado para que una mujer habite.
Las mujeres han participado de múltiples logros sociales en las ciudades, y es momento de avanzar para que ocupen lugares en lo público y sus apuestas políticas sean apreciadas, en este caso, en los muros de la ciudad.
Por años en Medellín, la participación femenina en el graffiti viene creciendo a grandes pasos; una de las principales exponentes es Raronica, que ha tenido desde siempre la pregunta por la calle y la separación de los espacios, donde solo se le era permitido existir en uno: el espacio doméstico.
Raronica, como mujer, ha sentido la responsabilidad y la presión social de cómo se debe comportar y actuar bajo los preceptos de la institución familiar, pero ese espacio le queda corto en sus búsquedas y comienza a habitar la calle para luego llegar al graffiti, donde encontró sus propias condiciones para decir lo que quería decir.
Su nombre le ha permitido jugar con la abreviación “Raro” y dejar la pregunta instalada en quienes ven sus muros sí ese “Raro” es un hombre o una mujer; esto la ha motivado a extender más sus recorridos y llegar a espacios cada vez más negados para dejar su marca.
El espacio público se convierte entonces en ese escenario ideal para comunicarnos y tomarnos la calle desde una apuesta política. Esas apuestas en Medellín también comienzan a colectivizarse, como es el caso de Pirañas Crew, un grupo de mujeres graffiteras que se han preguntado en sus muros por el placer, la sexualidad y el género.
Como mujeres les han dicho que necesitan unos brazos fuertes, masculinos, que las rodeen y las cuiden; asociando el amor y el cuidado a la posesión y los celos.
Como graffiteras les han dicho que la calle no es su lugar, que es peligroso. Y como feministas les han dicho que es una causa perdida, minimizando el debate a la premisa de que el feminismo es machismo, pero, al contrario; borrando así, las luchas de igualdad y equidad que han costado tanto.
Pero Pirañas Crew, desde su apuesta artística y colectiva, dicen: “como mujeres podemos proteger y frenar la violencia, como graffiteras podemos hacer arte callejero y uso del espacio público y como feministas podemos reclamar la ciudad que queremos con nuevas masculinidades.”
Las mujeres graffiteras nos hacen una invitación a pensarnos una ciudad libre de estereotipos, una invitación para imaginar Latinoamérica.