Ciudad sin ciudadanos

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20 marzo, 2023 - Ética Ciudadana
Lo que pasa con la gentrificación es que tiene un efecto dominó: cada nivel económico desplaza al nivel inmediatamente más bajo, de forma que al final todos, sin importar la zona o los ingresos, terminan perjudicados. Foto: Zona de Provenza, en Medellín

Por Ricardo Pérez – Politólogo. Director de LaOtraCiudad

Se publicó en la plataforma web NoApto una reflexión sobre la gentrificación en Medellín (Colombia), escrita por Pablo Estrada, y que pueden leer aquí. Aunque celebro cada voz que se une al debate sobre este tema, tengo grandes diferencias de fondo con la reflexión de Pablo, que quisiera compartir aquí. 

Empecemos por definir el problema. Aunque muchas personas hablan de gentrificación, la difusión del concepto vino acompañada de una pérdida de significado y mucha confusión. Pablo habla de “desplazamiento de clases medias empobrecidas por extranjeros” y, aunque esa es una posible consecuencia de la gentrificación, no describe el fenómeno.  

La gentrificación es el fenómeno de transformación urbana más grande y potente de los últimos siglos. Es el resultado inevitable de un sistema político y económico que puso por encima de las personas a la creación y acumulación de capital. En ese sentido, no es un error ni un accidente, sino una serie de decisiones que priorizan las necesidades del mercado sobre las necesidades de los habitantes. Así la han descrito sociólogos urbanos como David Harvey y Peter Moskowitz. 

Por eso, difiero con Pablo en decir que o más grave que tiene Medellín hoy en relación con el turismo es la explotación sexual (que también es un problema gravísimo, cabe aclarar). Puede que sea un asunto más hiriente, menos moral y más preciso, pero la escala de la gentrificación hace que sea mil, diez mil, cien mil veces más grave que la explotación sexual. Es que, mientras que los casos de explotación sexual no llegan a los 10.000 casos, la gentrificación es un problema público que nos afecta a todos, descontando quizá al 15% más rico. 

No se trata, y decirlo así me parece una fantochada, de “un problema de privilegiados”. Hace días caminaba por el Sinaí y me quedaba aterrado al ver como una pieza sin alcantarillado ni agua potable costaba 500.000 pesos mensuales. Pregunten también cuánto está costando un arriendo en la Comuna 13, o cuántas vacunas tienen que pagar los comercios en las escaleras eléctricas. En Laureles, en Manila o en Simón Bolívar la fiesta se está tomando las calles, y cada vez hay menos residentes en algunos de los barrios más tradicionales de nuestro Valle. 

Ricardo Pérez – Politólogo. Director de LaOtraCiudad

Lo que pasa con la gentrificación es que tiene un efecto dominó: cada nivel económico desplaza al nivel inmediatamente más bajo, de forma que al final todos, sin importar la zona o los ingresos, terminan perjudicados. Quizá sea visible el aumento del precio de la cerveza local, pero también está subiendo todo. Y no sólo eso: docenas de comercios pequeños (tiendas, barberías, legumbrerías, misceláneas y mucho más) están cerrando mensualmente para darle paso a cafés, librerías, “bistro” y cuanta cosa pueda llamar extranjeros. 

En lo que sí estoy de acuerdo con Pablo es que la culpa no es de los gringos que vienen a pasear o a vivir aquí. Pero tampoco son “paisas aprovechados” dueños de un par de apartamentos. Mucho menos hay que decir que la ciudadanía tuvo parte en esto. 

Los culpables son quienes diseñaron el sistema que trajo esta hiperinflación de turistas a Medellín, con venia incluida. Quienes diseñaron un Plan de Ordenamiento Territorial que quería renovar a Medellín sin ninguna consideración social. La culpa es de quienes, advirtiendo el problema, han omitido implementar regulaciones serias para la vivienda de corto plazo. Pero esto tampoco es un asunto de la administración actual. Se necesitan muchos años para que el fenómeno que estamos viviendo hoy se consolide. Hemos tenido varias administraciones que, queriendo ubicar una vez más a Medellín en el mapa global, sacrificaron todo lo que se necesitó para que el mundo volteara sus ojos hacia la ciudad. 

Lo cierto es que a Medellín la está arrollando la aplanadora del turismo. Así como hizo con Yucatán, Barcelona y muchos lugares del mundo. Lo preocupante es que todos los días los gobernantes deciden que la situación se mantenga así. Pablo sugiere que necesitamos una “posición de ciudad”, pero creo que eso no serviría para nada. Medellín necesita transformar su política de construcción de vivienda en una política social de vivienda. Necesitamos regulaciones que pongan primero a la gente, y de segundo a la plata. Que prioricen la calidad de vida de los habitantes antes que a la calidad del paseo de los gringos. 

Es eso, o vamos a terminar con una ciudad sin ciudadanos.