Por Carlos Moreno
Una gran exhibición de marketing, la de San Valentín, inunda el espacio urbano planetario. Esta fecha nos invita a manifestar nuestro sentimiento amoroso. Este es un asunto propio de la intimidad y de la libre elección de cada cual, pero la vida urbana es un factor mayor del éxito mundial de esta fiesta.
El nacimiento de la ciudad, después de la sedentarización del hombre, ha sido acompañado de su figura protectora y «alimentadora». Los roles tradicionales asignados, la ama de casa se ocupa de los niños y del cuidado del hogar, el hombre trabaja, han sido los primeros marcadores, principios constructores de un mundo urbano segregador, hecho por los hombres para los hombres. El poder masculino del coche, el confort de camino a la oficina, los bares para reunirse con los amigos de camino a casa.
Por citar al investigador Yves Raibauld «El siglo XX, es un urbanismo de hombres. Es decir, que la civilización del automóvil, la arquitectura del pavimento, las grandes avenidas, todo esto, ha sido construida por los hombres. Se trata de una arquitectura de hombres blancos de clases altas que consideraban cómo poder tener su residencia de campaña en su oficina, poder aparcar su coche lo más cerca posible, y tener todo el confort de las ciudades. Y aquí podemos ver cómo esta arquitectura está envejeciendo mal». Un universo urbano masculino que ha dado forma a la ciudad, tanto en su gobierno, como en su concepción y construcción.
Las revoluciones sociales que han tenido lugar con la lucha feminista en las últimas décadas han modificado esta situación en profundidad. Pero ¿qué pasa con el mundo urbano? ¿Podemos decir hoy en 2017, que el espacio urbano es al menos neutral, si no universal, accesible y disponible para todos y todas? Los espacios públicos, las calles, los parques, los lugares cantados por los poetas y de ellos Georges Brassens “con sus bancos públicos y sus amores muy simpáticos,” ¿son un verdadero lugar de socialización y mezcla?
La realidad es que nuestras ciudades, en Francia y en general, son los lugares en los que se encarnan los retos de vida que siguen fuertemente influenciados por el género. A lo largo del tiempo, el uso del espacio público en particular, responde a una clara codificación en este sentido.
Desde la publicidad en la ciudad, – tratando de perpetuar la imagen de una mujer sometida al poder masculino-, hasta la expresión en las calles de Francia del movimiento “La Manif para Todos” (y sus equivalentes en otros países), – que se hacen pasar por defensores de la heterosexualidad como la única expresión social válida del amor y el deseo- , es el hecho urbano el que está en el corazón de esta expresión pública:
– La publicidad sexista en la ciudad, objeto permanente de controversias, refleja las tendencias dominantes impulsando el consumo masculino en nuestro mundo urbano;
– El movimiento “La Manif para todos”, afirmó ser el estandarte de un movimiento de bienestar heterosexual. Este movimiento se ha erigido en adversario total que las parejas homosexuales tengan sus derechos civiles en la vida y el espacio público. A pesar de que esto afecta la vida nacional, esta tendencia social se ha centrado en un estilo de vida que se expresa abiertamente en la cotidianeidad urbana.
Al mismo tiempo, y esto es un hecho nuevo, con el digital, las redes sociales han modificado la expresión de la relación amorosa en el siglo XXI, ya sea esporádica o duradera, especialmente en la ciudad. La eclosión, multiplicación y el éxito de todo tipo de redes de encuentros, geolocalizadas y en tiempo real, con potentes motores de inferencia, de «matching», o análisis de imágenes, se traducen en un nuevo modo de expresión del código amoroso que revolucionan las citas convencionales. Que uno de los mayores hackeos de 2015 haya sido la red de encuentros amorosos de Ashley Madison, es, a este efecto, sintomático.
En el magnífico texto «Las mujeres y la ciudad. Por una geografía social del género» del profesor y geógrafo Guy di Méo, él precisa que « en una ciudad europea, ningún lugar es verdaderamente inaccesible para las mujeres, al igual que ningún lugar está prohibido para los hombres. De ahí el sentimiento de desterritorialización del género que albergan ciertas consideraciones sobre la evolución de nuestras ciudades urbanas hacía a una diferenciación de sexos, hacía la androginia, lo extraño, la rareza. Sin embargo, las cosas no son tan simples, y la tesis de los muros invisibles sigue siendo relevante. La oposición espacio público/privado no es tan solo topográfico y político, sino que también produce relaciones de género diferenciadas ».
En la vida urbana, la realidad es que el uso del espacio público sigue reflejando principalmente la expresión de los códigos de género, a partir de prácticas masculinas dominantes. Además de en el nombre de las calles, esto se refleja en los equipamientos urbanos. Una proporción de 2/3 de hombres y 1/3 de mujeres, por citar la tesis de la socióloga Edith Mauréjouls, sobre el uso femenino de la ciudad y que nos recuerda el trabajo que queda por hacer. Ella precisa particularmente las desigualdades de género en el uso de los espacios dedicados al deporte y las prácticas de ocio juvenil, de niños y niñas.
Los hombres y las mujeres, no se mueven de la misma manera por la ciudad, no utilizan los mismos lugares, no tienen las mismas funciones, ni están expuestos a las mismas dificultades, las cuestiones de seguridad no se afrontan de la misma manera por las mujeres y las chicas, de día y de noche. Los espacios públicos, parques, calles y otros, están abiertos a todos, en el entorno urbano pero es también fácil a menudo constatar la ausencia de presencia femenina por el sentimiento de inseguridad, “factor número 1 de no mezcla” en la ciudad, tal y como expresa la asociación Género y Ciudad dirigida por la investigadora Chris Blache.
Los espacios públicos y el uso que se haga de ellos son un ejemplo interesante para comentar que la ciudad se aborda de diferente manera. Los imperativos de la “conciliación” entre las esferas profesionales y familiares que aún realizan principalmente las mujeres. Los desplazamientos de las mujeres están fuertemente vinculados a estas actividades vinculadas con el cuidado de los niños, y se traducen en una mayor dependencia del coche.
Más de un hijo de baja edad, transportar los niños en bici se vuele mas difícil de gestionar. En caso de enfermedad, igualmente, utilizar el transporte público se complica.
Lidewij Tummers, urbanista, Facultad de arquitectura de TU Delf, Países Bajos, propone abordar el género en la ciudad como una fuerza innovadora del urbanismo para una mejor comprensión de la interacción entre los entornos humanos, sociales y físicos. “Las relaciones que tenemos con las ciudades donde vivimos son fuertemente desiguales. El mismo entorno urbano que crea oportunidades para la unión entre algunos, crea también discriminación abrumadora para otros. A veces no son visibles, pero están presentes. Dificultan la capacidad de compartir la ciudad y es la ciudad misma en su concepción y en su desarrollo del entorno urbano quien ayuda a crear y estructurar estas desigualdades”.
Las Marchas de Exploración iniciadas en Toronto en 1989 por el Metropolitan Action Committee on Violence against Women and Children de Toronto en Toronto estaban destinadas a evaluar el nivel de confort y seguridad que enfrentan las mujeres en el espacio público urbano.
Son una herramienta para el diagnóstico de las condiciones de desarrollo de un territorio con observaciones sobre el terreno. Una práctica que se está extendiendo cada vez más para fomentar la participación de la población local y la práctica de la democracia participativa entre las mujeres.
El hecho de gestionar las paradas bus nocturno bajo petición, tal y como hace la ciudad de Montreal, para las mujeres que viajan solas, representa una toma en consideración en la superación de estas desigualdades en el uso en la ciudad.
Desde 2006, con el Premio de Tesis sobre los Estudios de Género, la ciudad de Paris fomenta la investigación en las relaciones mujeres/hombres. “La ciudad del lado de la mujer” es una iniciativa de un colectivo de investigadoras y artistas para abordar la idea del cuerpo de las mujeres en el espacio público. Pero en el momento de #JamaiSansElles recordamos también que solamente el 16% de los alcaldes de Francia son mujeres y son únicamente 6 en las 42 ciudades de más de 100.000 habitantes (Paris, Nantes, Lille, Rennes, Amiens, Aix-en-Provence). Y en su país amigo lector ¿
Termino citando «el blog de la arquitecta Meredith» ¿Cuándo ha sido el premio Pritzker, el Nobel de la arquitectura, o el Gran premio de la Arquitectura otorgados a mujeres? En el Pritzker, Zaha Hadid, laureada hace doce años, en 2004, y Kazuyo Sejima, en 2012, son dos mujeres 36 ediciones. En el Gran Premio de Arquitectura: Anne Lacaton, en 2008, representa una mujer en 26 ediciones.
No olvidemos tampoco el ejemplo pionero de la francesa Renée Gailhoustet, fundadora de la arquitectura social de los años 70, y sus propuestas en favor de la diversidad: «cada habitante debe practicar la ciudad a su manera». Ella ya estaba trabajando con hermosas ambiciones urbanas y para dar vida y diversidad a nuestras ciudades. Una generación de mujeres arquitectas-urbanistas.
La igualdad entre mujeres y hombres en el espacio público, es un combate esencial para la transformación de nuestras vidas urbanas.
“Texto original escrito en francés para el diario La Tribune.
Derechos en español para el portal I-Ambiente, con traducción de @Guille_Mas
Cortesía de Carlos Moreno para su publicación en La Network, en particular para los lectores de América Latina”.