Tuvo entre sus visitantes al ilustre poeta Federico García Lorca. También por su ubicación a políticos y legisladores. Pero su público más fiel ha sido el de los jugadores.
Celeste del Bianco – Periodista (Buenos Aires)
El ruido y la celeridad de la Avenida de Mayo, en el barrio de Monserrat, se esfuman frente a las mesas de billar centenarias que se adueñan del subsuelo del bar “36 Billares”. Inaugurado en 1894, supo albergar en su amplio espacio cubierto de madera a clientes célebres como el poeta español Federico García Lorca. Hoy recibe a transeúntes, legisladores que aprovechan su cercanía con el Congreso de la Nación y “habitúes” de juegos de salón y espectadores que asisten a espectáculos semanales y a los campeonatos de billar o snooker.
María Eugenia Girves pertenece a este último grupo. Esposa del campeón argentino del Billar Tres Bandas, Fabián Olivetto, e hija del destacado jugador Manuel Girves, acompaña a su marido y a su hijo a los encuentros que se realizan en el bar. “Nací en el billar, toda mi vida, tengo mi hijo que tiene 14 años, se llama Valentín Olivetto que también juega y tiene unas condiciones terribles. Yo no juego, me gusta ayudar en la organización, conozco todo el ambiente y me llevo bien con todos, ayudo desde afuera. Mi marido es instructor de este lugar desde el año 1997, ya hace 22 años”, dijo a LA Network.
“Funciona como lugar de encuentro, como está ubicado en un lugar estratégico de la ciudad, sobre todo los días de semana al mediodía o después de las oficinas, los muchachos se juntan a almorzar y juegan un partidito, toman un café y después vuelven a las oficinas o ya se van a sus casas, lo usan como un after office. Hay una barra de gente que viene hace muchos años, también juegan al pool o a otros juegos de salón”, explicó. El pequeño público en el salón selecciona minuciosamente las jugadas que merecen ser aplaudidas. Alrededor de las mesas, construidas a principio de siglo en una fábrica lindera de nombre “Los 36”, un grupo de espectadores observa en silencio el partido. Hay adultos mayores, otros de mediana edad y parejas jóvenes que comparten la experiencia tomando un café o una cerveza.
“Se dejó un poco el tema de los juegos de cartas, por ahí a la tarde algunos amigos juegan un partido al truco o al dominó, pero no es constante. Ahora está más el auge del pool, trae más juventud, más mujeres”, explicó María Eugenia.
Ernesto Vidal es el mozo más antiguo del local, lleva 33 años recorriendo la sala con su bandeja plateada y su sonrisa cubierta de bigotes. “Toda mi vida de mozo, tengo 43 años de trabajo. A los 20 años empecé a trabajar, acá llevó 33 años. Me faltan 3 años para jubilarme. De mi época se murieron un montón, yo era un pibe y ya eran grandes. Acá en Buenos Aires, no hay una sala como esta, las dejaron hermosas. Antes atrás era un salón de juegos y adelante era la confitería. Había dados, dominó, cartas, ajedrez y abajo todos los billares y el pool. Estaba abierto las 24 horas, éramos tres turnos…mirá lo que se trabajaba, estaba siempre lleno, continuamente. Teníamos las Casino sin coquillas, las 25, estaba La Carolina, La Villa había otras clases de juegos”, rememoró en la entrevista con LA Network.
“Avenida de Mayo era una romería, esto era mejor que la Avenida Santa Fe, que Callao, era una romería porque acá tenías de todo, querías divertirte, querías salir a bailar, querías ir a tomar un café… Para los carnavales se cerraba de punta a punta, las carrozas circulaban por acá. Se perdió todo eso, pero todavía se mantiene el tema de la charla, antes de ir a casa, ir a charlar. Hay un pico al mediodía y otro pico a la tarde, a las cinco de la tarde ya empiezan. Los que vienen con sus computadoras a trabajar se ponen contra la pared porque ahí están los enchufes”, describió.