Este concepto que nació en Australia hace más de cuatro décadas es una de las opciones en el mundo para vivir este planeta de manera responsable y respetuosa con la naturaleza y en favor de la sostenibilidad.
La permacultura es un sistema integral de conceptos y prácticas que buscan un desarrollo humano sostenible en el largo plazo: satisfacer todas sus necesidades sin generar ningún impacto en el medio ambiente y sin excederse en la producción. Básico y simple pero a la vez complejo y profundo.
La ‘cultura permanente’, que nació hace más de cuatro décadas como una respuesta a la crisis ambiental que vive el planeta desde el siglo anterior, incide desde aspectos como el uso eficiente de los recursos hídricos, pasando por sistemas agrícolas, el diseño arquitectónico natural, hasta erigirse como un estilo de vida como lo definen algunos de sus practicantes.
El concepto nace cerca de 1978 con los australianos Bill Mollison (biólogo y activista) y David Holmgren (arquitecto ecológico) quienes luego de tener trabajos separados en su respectivas ramas del saber y con enfoque ambiental, se unen en los primeros años de esa década para compartir sus reflexiones sobre la relación humano – naturaleza que derivaría en el primer tratado de permacultura, Permacultura Uno.
“La permacultura es la filosofía de trabajar con y no en contra de la naturaleza; de observación prolongada y reflexiva, en lugar de labores prolongadas e inconscientes; de entender a las plantas y los animales en todas sus funciones, en lugar de tratar a las áreas como sistemas mono-productivos”, definió Mollison en Introducción a la Permacultura (1994).
Desde aquellos últimos años de la década de los 70 y de manera progresiva, este sistema se ha venido difundiendo por el mundo y cobrando mayor importancia a medida que crecen tanto los problemas ambientales como la conciencia para enfrentarlos y resolverlos, entre otros, con el aporte de las líneas éticas de la permacultura: Cuidado de la Tierra, Cuidado de las personas
Límite al consumo y la producción.
“Hay personas que lo definen como un movimiento”, dice Julián Ernesto Ramírez Caballero, Ingeniero Agrónomo colombiano que dentro de sus estudios practicó la permacultura y que hoy se convierte en un pionero en la academia de este país al liderar talleres en la Universidad Nacional (una de las más prestigiosas de Colombia en Ciencias Agrarias), uno de los primeros pasos para que este sistema se abra las puertas del respaldo institucional y científico.
“Otros lo definen sencillamente como una forma de diseños, perspectiva de diseño y otros como un estilo de vida. Hay bastantes matices sobre las definiciones de lo que cada cual toma por permacultura”, agrega. Explica que incluso puede convertirse en una filosofía, pues abarca aspectos de la vida de las personas como la educación, la economía, su posición política, la participación en organizaciones comunitarias.
Mientras en Europa, Estados Unidos y Australia es una práctica bastante difundida, en Latinoamérica países como Argentina, Brasil y México son el escenario de los proyectos más amplios y serios.
Un ejemplo de ello es el denominado Proyecto Gaia en Argentina que cuenta con una Ecovilla y es un modelo de asentamiento humano autosostenible en todas sus formas y gestionado por una ciudadanía activa que ahora lidera un trabajo colaborativo con redes en Latinoamérica.
Aunque los expertos indican que la Permacultura no es un modelo absoluto, destacan sus potencialidades para contribuir en la sostenibilidad no solo para los individuos o pequeñas unidades familiares sino de comunidades enteras.