¿Podemos prescindir de las hidroeléctricas en América Latina?

¿Podemos prescindir de las hidroeléctricas en América Latina?

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LA Network
17 marzo, 2019 - Ecología Urbana

El caso de Hidroituango en Colombia, con sus impactos ambientales y sociales, pone el debate sobre la mesa en tiempos del crecimiento de los ‘proconsumidores’, ciudadanos que no solo consumen, sino que producen energía.

¿Podemos prescindir de las hidroeléctricas en América Latina?
Proyecto Hidroituango (Colombia) en fase constructiva.

Mayo de 2018, Colombia. Un total de 11 pequeños municipios que acumulan entre ellos cerca de 250.000 personas, están en riesgo de vivir una mega tragedia por cuenta de la hidroeléctrica Hidroituango. Se trata de una gigantesca mole que vale cerca de 3.200 millones de dólares y es la promesa de este país de suplir aproximadamente el 17 % de su energía eléctrica a través de 2.400 megavatios, los que generará represando el ímpetu de las aguas de su segundo río más grande: el Cauca.

Las sirenas suenan insistentes en los poblados más cercanos aguas abajo y los organismos de socorro evacuan a sus humildes habitantes –pescadores muchos de ellos-, que deben amontonarse en improvisados albergues en escuelas y coliseos deportivos.

Los nervios de los colombianos están de punta por el riesgo latente: la presa de la hidroeléctrica puede colapsar debido a una falla geológica en un túnel usado para desviar las aguas del río Cauca.

Quienes se habían opuesto previamente al proyecto por sus IAS o mejor sus impactos ambientales y sociales, entre ellos el desplazamiento de unas 1 500 familias, algo así como 6 000 personas, salen en los medios con la lapidaria frase: “Nosotros lo advertimos”.

Luego de meses de suspenso, con varias evacuaciones, impactos socioeconómicos hasta ahora incalculables y hasta un episodio de detención total del cauce del río, el proyecto parece recuperarse y haber conjurado, por ahora, el riesgo.

¿Es Hidroituango la última gran hidroeléctrica de Colombia o mejor aún de Latinoamérica? ¿Llegó el momento de que el desarrollo de las ciudades de la región se alimente solamente con energía solar, eólica o hidroeléctrica de pequeña escala a través de las PCH (pequeñas centrales hidroeléctricas)?

“Ser o no ser”, expresó en su momento el príncipe Hamlet de Shakespeare. Sí y no, para el caso que nos compete.

“Yo creería que en Colombia es muy difícil hacer más grandes centrales hidroeléctricas con grandes embalses porque los impactos son demasiados -sociales y ambientales-, y ya hay una percepción negativa sobre ellos”, dice Santiago Ortega Arango, director del Grupo de Investigación EnergEIA de la Universidad EIA de Medellín, que promueve el uso de energía solar a pequeña escala, por ejemplo.

¿Podemos prescindir de las hidroeléctricas en América Latina?
Central Hidroeléctrica en Huanza, Perú.

Algo difícil de pensar cuando según el Banco de Desarrollo de América Latina CAF, en la región existen más de 30 millones de personas no tienen acceso a la energía eléctrica o mejor aún, cuando Latinoamérica cuenta con la matriz energética más limpia del mundo, en la que las fuentes renovables tienen una participación del 25 %, gracias a la energía hidroeléctrica y los biocombustibles.

“Pienso que las hidroeléctricas sí siguen teniendo un rol muy importante pues las energías renovables no convencionales siguen teniendo dificultades para ser estables en el suministro”, señala el uruguayo Juan José Carrasco, ex Director Ejecutivo de la Comisión de Integración Energética Regional, que vincula a generadores, distribuidores e incluso ministerios, de 16 países en la región.

Sin embargo, las críticas se consolidan con fuertes argumentos en contra de estas maravillas de la ingeniería. Según el estudio Damming the rivers of the Amazon basin, publicado en 2017 por la revista Nature y adelantado por una decena de universidades tan prestigiosas como Oxford, California en Berkeley, Texas y Sao Paulo, entre otras; los efectos de la masiva construcción de presas en la cuenca amazónica tendrá impactos incalculables en el suministro de sedimentos al océano Atlántico  e incluso en el clima de la región.

“De las cinco principales subcuencas andinas, tres representan la mayor parte de las presas planificadas, construidas y en construcción en esta región: las cuencas de Ucayali (47 represas), Marañón (104 represas) y Napo (21 represas). Las presas están ubicadas en áreas de alto rendimiento de sedimentos”, señala el informe.

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Para el profesor Modesto Portilla Gamboa, Geólogo del Departamento de Geociencias de la Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá y especialista en evaluación de riesgos y prevención de desastres, fuerte crítico de lo sucedido con Hidroituango, el tema es cuestión de ética.

“Soñamos con las energías eólica, solar, incluso la nuclear, pero en nuestra región el aspecto cultural no nos deja avanzar a grandes pasos allí, es casi una utopía y todas ellas, en su escala traen impactos al medioambiente. La energía más factible, más disponible es la hidroeléctrica. Pero hay condiciones: que queden bien hechas. Que nunca lo económico prime sobre lo técnico y lo ambiental. Que nunca se pase por sobre el estado del arte y la ética, y que jamás ponga en riesgo la vida de seres humanos pues terminan siendo proyectos manchados de sangre”, puntualizó el académico.

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Proyecto de Energía Solar o Granja Solar

En este sentido, uno de los más recientes estudios del Banco Interamericano de Desarrollo BID, El Sector hidroeléctrico en Latinoamérica: Desarrollo, potencial y perspectivas, evidencia la importancia para la región, de la producción de energía.

“En 2015 la hidroelectricidad generó 52 % de la energía eléctrica de LAC, y la capacidad instalada hidroeléctrica representó 47 % de la capacidad de generación total en la región. Estas cifras están muy por encima del porcentaje de participación de la hidroelectricidad en la matriz eléctrica de otras regiones y del promedio mundial (16,4 % de la energía generada a nivel mundial fue hidroeléctrica en 2016), lo que ejemplifica claramente la importancia de este recurso para el desarrollo del sector eléctrico y de la economía en LAC”, señala el estudio.

En ello coincide René Albisser Villegas, ingeniero eléctrico colombiano y empresario del sector eléctrico que estudió en Suiza y conoce en profundidad la situación: hidroeléctricas sí, pero bien planificadas.

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Señala que, de manera general, los impactos ambientales de las grandes hidroeléctricas son reducidos en comparación con los grandes beneficios que generan y más si se les compara con los efectos negativos de las termoeléctricas de carbón, las termonucleares (por sus desechos radioactivos). Sobre las energías renovables alternativas es contundente: “ellas también generan impacto, pero principalmente es que todavía no tienen la posibilidad de almacenaje – refiriéndose a la eólica y la solar-, el tema de las baterías apenas está en avance”.

Así las cosas, el reto de la transición energética en la región es complejo: requerimos energía para nuestro desarrollo y las grandes centrales hidroeléctricas son la mejor opción, algo en lo que todos los expertos coinciden, pero se necesita con urgencia hacerlo muy bien, atenuando hasta su mínima expresión los IAS y seguir promoviendo la generación de los medios alternativos incluso desde los hogares, los llamados proconsumidores (productores –consumidores) algo a lo que no le tiene miedo Santiago Ortega.

“El que los ciudadanos generen su propia energía, constituyendo incluso cooperativas para venderle energía al sistema tradicional, es una opción positiva, no se trata de verlo como los unos contra los otros, sino cómo cambia el mercado”, explica.

Una solución intermedia entre la necesidad de energía en la región y que sea por hidroelectricidad es el desarrollo de hidroeléctricas a filo de agua. “Se puede tener este tipo de centrales de tres o cuatro veces el tamaño de una PCH (Pequeñas Centrales) …son centrales que no tienen embalse, aprovechan el potencial hídrico y tienen menos impactos ambientales. Lo único es que no pueden guardar energía, que es la ventaja que tiene un embalse, pero son un complemento bien interesante”, señala Ortega.

¿Podemos prescindir de las hidroeléctricas en América Latina?
Pequeña Central Hidroeléctrica en Alejandría, Antioquia (Colombia).

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Lo cierto es que, si se quiere un sector eléctrico carbono cero, en opinión de varios de los consultados, lo ideal es muchas energías renovables juntas: solar, eólica, hidroeléctrica de pequeña escala, biomasa y otras, y unos embalses grandes y listos para responder para que el sistema no se apague.

Para el caso colombiano, el ingeniero Ortega tiene una visión clara sobre la ruta futura. “La hidroeléctrica fue muy buena para nosotros en determinado momento, pero ya no es el camino. Eso no quiere decir que las hidroeléctricas que ya hicimos, que ya asumimos los impactos ambientales y sociales de ellas, no las podamos utilizar para transformar el sistema para bien.”

“A mí me dio mucho ‘guayabo’ (desazón) Hidroituango por una razón y es que ella iba a ser la central que, bajo el esquema colombiano, nos iba a permitir decir: nosotros no necesitamos más energía firme hasta 2025 e iba a ser la última gran hidroeléctrica que abriría la puerta al resto de transformación. Pero ahora con este problema, volvieron a revivir las térmicas, volvieron a revivir las de carbón, que estaban casi muertas y son nocivas. Hidroituango, aunque suene paradójico, era el gran habilitador de las energías renovables”, sentencia Ortega.