Si bien se dijo que el 2021 sería el año de la reactivación económica, al parecer dicha tarea se materializará en el segundo semestre de presente año. Por su parte, el semestre que corre está siendo dedicado completamente al tema del segundo pico y la vacunación. Han surgido un sinnúmero de inquietudes tanto a nivel mundial como local, entorno a las consecuencias y efectos de la vacunación, cómo se distribuirán en la población, cómo es el manejo y la aplicación de la misma, puesto que la vacuna del COVID tiene sus propias particularidades que quienes la administren deben conocer a profundidad. Aunque las reflexiones son válidas, en mi parecer el impacto principal de aplicar la vacuna es un tema de salud pública que no puede perderse de vista ni nublarse por estos cuestionamientos.
El tema de gran preocupación, que puede tener lógica porque no hay a la fecha un estudio robusto sobre los efectos secundarios de la aplicación de la vacuna, es si nos debemos aplicar la vacuna o no. Según una encuesta reciente del DANE, un 40% de la población no se la quiere poner. Gran parte de esta situación radica, peligrosamente, en la desinformación de la población, pues se dejan llevar por las noticias falsas o con poca argumentación científica que ronda las redes sociales. Es así como se han conocido todo tipo de teorías que van desde la implantación de un chip, impotencia o infertilidad, hasta que las productoras de vacunas supuestamente crearon el virus para aumentar ganancias provenientes de los insumos, medicamentos y la vacunación.
Para modificar estos criterios que hacen que la gente dude se debe educar a la población con información proveniente de personal médico y expertos en el tema. Si bien la vacuna puede tener efectos secundarios parecidos a los de cualquier otra, hay personas que dudan de su inmunidad y tienen miedo a sus efectos. Frente a esto, las farmacéuticas han asegurado que se han realizado múltiples pruebas y ensayos clínicos previos, además afirman que los porcentajes de efectividad oscilan entre el 70% (AstraZeneca) y el 95% (Pfizer). Israel, por ejemplo, ha dicho cómo las tasas de contagio disminuyeron significativamente con la aplicación de la primera dosis.
La vacuna está hecha para reducir la velocidad, la severidad y el número de contagios, así como la tasa de mortalidad generada por el COVID-19. Si bien hoy sabemos que la vacuna no acabará con el virus, que el uso de tapabocas y demás medidas de bioseguridad deben continuar, no hay duda de que entre más personas contribuyamos a este tema de salud pública aplicándonos la vacuna, el virus se irá debilitando. Sin duda, los efectos secundarios que se conocen hasta ahora son mucho menos peligrosos que si llegáramos a contagiarnos del virus y sufrir sus consecuencias implacables. Aunque no estoy muy de acuerdo con que en Colombia no se obligue a vacunarse, estoy realmente convencida que “la vacunación es un acto de responsabilidad de todos”. Termino con un símil para entender la magnitud y la importancia de vacunarse; los cinturones de seguridad de los carros que tienen un riesgo mínimo de lesiones personales al utilizarse, pero un gran impacto que beneficia a todos.